Rubén Cortés.-
Michelle Bachelet dijo ayer que “México tiene cifras de
muertes violentas propias de un país en guerra: 252 mil 538 desde 2006”. Sin
embargo, ese mismo país del que habla la Alta Comisionada de la ONU para los
Derechos Humanos, es el séptimo con más turista en el mundo.
Y nadie turistea en Siria, Sudán del Sur, Somalia,
Afganistán, Irak, Yemen, que están en guerra, mientras a México vienen 40
millones anuales. ¿Por qué, si aquí matan a tanta gente? Porque las muertes se
producen sólo entre bandas criminales, sin afectar en lo general a la población
civil.
Por supuesto que eso de “sin afectar a la población
civil” puede ser relativo, pero estudios realizados por el CISEN indican que
esa es la percepción de los turistas. En lo particular, casi todos los
mexicanos conocen a víctimas de la delincuencia común.
El turismo se incrementó en 2006, en coincidencia con la
salida del Ejército de los cuarteles para combatir al narcotráfico, hasta
cristalizar con el sexto lugar de países más visitados en 2018 y convertirse en
el tercer aporte al PIB: el 10 por ciento.
“México es un gran ejemplo de por qué el viaje y el
turismo es reconocido como catalizador clave para el crecimiento de la economía
y la creación de empleos, mejorando el sustento de las personas e impulsando a
las comunidades”, según el World Travel & Tourism Council.
Aunque para nada se justifica: al contrario, apenas ayer
el Presidente aseguró que la prioridad para ofrecer al país como mejor destino
turístico ante el mundo es atender la seguridad pública y el desarrollo social.
Lo dijo porque empresarios del sector le solicitaron
destinar 125 millones de dólares anuales para promoción y publicidad turística
en el extranjero, como existía hasta que la actual administración lo quitó para
destinarlo a la construcción del Tren Maya.
Es por la promoción en el exterior, que el asombro de
Bachelet por las cifras de muertes violentas “propias de un país en guerra”, no
ha afectado la llegada de turistas desde 2006: la promoción se encargó de
explicar que no somos Siria, Sudán del Sur, Somalia, Afganistán…
Sería, pues, una ecuación perfecta: la idea del
Presidente de ofrecernos como mejor destino turístico ante el mundo con
seguridad pública, más la de los empresarios turísticos de seguir explicando en
el mundo que no somos Siria, aunque hoy los narcos se maten básicamente entre
ellos.
Y Bachelet tendría tiempo ¡por fin! para darse una vuelta
por Venezuela y denunciar que el país que gobierna su aliado ideológico Nicolás
Maduro es el más violento de Latinoamérica y casi los únicos visitantes
extranjeros son rusos armados hasta los dientes.
Para ir poniendo las cosas en su lugar