Carlos Ramírez.-
Todos los análisis de los primeros 100 días efectivos de
gobierno del presidente López Obrador se quedaron en la superficie. Con
fortalezas y debilidades, ese arranque formal de gobierno de un candidato que
comenzó a tomar decisiones a partir de enero del 2018 debería contextualizarse
en el escenario de largo plazo de su proyecto político de gobierno.
Y en el proyecto político no alcanzan los aplausos, los
abrazos, los selfies y las encuestas de aprobación por expectativas.
El proyecto político de López Obrador se resume en la
propuesta de 4ª Transformación vis a vis las tres anteriores: la revolución de
independencia, la revolución de reforma y la revolución anti porfirista. Al ser
revoluciones, sus avances significaron un cambio de sistema/régimen/Estado, una
ruptura de modelo de desarrollo/política económica/bienestar y una nueva
correlación de fuerzas sociales de producción.
Sin embargo, agotado en la superficie de la popularidad,
las tres salidas de la crisis de sistema/régimen/Estado aún no se perfilan en
las decisiones presidenciales:
1.- Abatir la desigualdad social. La desigualdad no se
mide por los mexicanos en situación de pobreza, sino la pobreza como producto
de una estructura desigual de distribución de la riqueza. Por tanto, la pobreza
no se disminuye con programas asistencialistas limitados, sino con un modelo de
desarrollo con distribución de la riqueza nacional. Los programas de López
Obrador no califican para afectar la estructura de apropiación privada de la
riqueza. El populismo 1934-1982 de 6% de PIB tampoco abatió la pobreza: el 10%
de las familias mexicanas en ese periodo se quedaron con el 1.5% del ingreso
nacional, y el 10% de las familias más ricas llegaron al 40%.
2.- La inseguridad puede asumirse como una forma
productiva capitalista: con delincuentes, con el apoyo del Estado, acaparando
riqueza. Por tanto, la verdadera lucha contra la inseguridad no puede lograrse
con una seguridad represiva. La tesis de López Obrador es válida: la
inseguridad es producto de la pobreza; por tanto, la violencia sólo puede
disminuir con desarrollo y distribución social de la riqueza. La Guardia
Nacional, la Estrategia de Seguridad, la pacificación y la seguridad pública
apenas podrían bajar la incidencia criminal, pero no sus mecanismos de funcionamiento.
Y la seguridad obliga a un replanteamiento del Estado como el monopolio de la
fuerza ante bandas que le disputan poder.
3.- La recuperación de la gobernabilidad sólo se
disminuye cuando las ofertas de transformación social, económica y política exigidas
por la sociedad son adaptadas por los gobernantes. La ingobernabilidad ocurre
cuando las reformas institucionales son más lentas que las demandas sociales,
cosa que ocurre desde 1958 cuando la sociedad ha exigido democracia, bienestar
y seguridad y los gobiernos han respondido con propuestas parciales.
El proyecto político de López Obrador no considera dos
grandes reformas:
1.- La reforma del Estado para hacerlo compatible a una
pluralidad democrática con la sociedad. Al contrario, las iniciativas lopezobradoristas
están tendiendo a reconstruir la presidencia centralista del Estado como en los
tiempos de Elías Calles, Cárdenas, Alemán, Díaz Ordaz, Echeverría, López
Portillo y Salinas de Gortari.
2.- La reforma del sistema político. Ante la imposibilidad
de que Morena reproduzca el modelo del PRI como el espacio central del sistema
en cuyo seno el presidencialismo distribuía bienes y valores porque Morena no
tiene una estructura corporativa de representación de las clase sociales,
entonces la salida será centralizar todo el poder en la presidencia, incluyendo
las contradicciones que llevan a la figura presidencial --como en los casos de
crisis del presidencialismo con Juárez, Díaz, Obregón, Calles, Cárdenas,
Echeverría y Salinas de Gortari-- a enredarse en liderazgos y distribución de
beneficios cruzados, como se ve cuando le tienen que reclamar al presidente
López Obrador efectos negativos de decisiones como la desprotección de mujeres
y niños, el recorte de personal y la diminución de salarios.
En este contexto, el proyecto de gobierno
lopezobradorista se agota en el presidencialismo personal y carece de una
propuesta de reforma integral del proyecto nacional priísta vigente para
encarar la crisis.
Sinaloa se posiciona en la república. En una encuesta de
Mexico Elige realizada vía Facebook a casi 10 mil personas en toda la
república, un resultado ha sorprendido a los analistas: López Obrador sale con
67.4% de aprobación, en tanto que el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz
Coppel, quedó en primer sitio con una calificación de 72.1%. Es la primera vez
que un sondeo realizado con técnicas calificadas posiciona en redes sociales
--las “benditas redes sociales”-- a un gobernador y ajusta a la baja la
popularidad del presidente de la república. Y el dato adicional es que el
gobernador sinaloense --priísta para más señas-- también ocupa primer lugar en
aprobación en otras encuestas.
Política para dummies: La política se mide por proyectos,
no por popularidades efímeras.
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