Ricardo Alemán.-
Lo hizo como candidato opositor y hoy, como presidente,
Andrés Manuel López Obrador sigue jugueteando con la tentación autoritaria de
la reelección presidencial, prohibida por la Constitución.

Y frente a la
juguetona confirmación autoritaria de AMLO, muchos suponen –de manera ingenua y
hasta torpe–, que es temprano para hablar de reelección, sin entender que es
precisamente el mejor momento y el fin último del aprendiz de dictador llamado
López Obrador. ¿Y por qué es el mejor momento?
Porque si hoy
AMLO empieza a hablar de una potencial reelección o de la eventual ampliación
del mandato, llegado el momento no serían muchos los sorprendidos sino que, al
contrario, podrían ser muchos los convencidos.
Por eso, desde
hoy Obrador juega con la idea de que “su obra” no estará terminada en el plazo
sexenal y que, por ello –“y para conseguir que madure el árbol sembrado en
2018”–, se requerirá de por lo menos una década de gobierno.
Así lo ha
planteado en corto y en largo; recio y quedito y así se los dijo apenas el fin
de semana a sus colaboradores de los gabinetes legal y ampliado; en la primera
reunión de evaluación de todos sus colaboradores, a poco más de dos meses de
arrancado el gobierno.
Pero lo más
simpático de la tentación autoritaria de AMLO –durante la siembra de sus afanes
de reelección–, es que al abrir la puerta falsa de la perpetuación al estilo
porfirista, también abre “la caja de pandora” no sólo de las ambiciones de
reelección de otros ex presidentes sino de la legitimación de partidos como el
de los Calderón.
Y es que si
AMLO abre la puerta reeleccionista –sea de manera directa o indirecta mediante
la extensión del mandato–, no sólo conseguirá la legitimación del nuevo partido
de Margarita Zavala y de Felipe Calderón sino que dejará la pista libre para
los afanes reeleccionistas de Fox, Salinas, Zedillo y hasta Peña Nieto, quienes
no dudarían mucho para regresar a las boletas presidenciales.
Por eso, a sólo
70 días de iniciado el gobierno de AMLO, se abre la temporada sexenal de la
especulación pura y dura; de las apuestas y hasta las quinielas para la
sucesión presidencial de 2024
¿Imaginan una boleta electoral en la que pudieran
competir presidentes de probado éxito como Calderón y Peña, frente al fracaso
–que está a la vista de todos–, de la naciente gestión de López Obrador?
¿Imaginan la lucha a muerte –la carnicería política–, entre
la creación de empleos y el crecimiento económico del demoniaco neoliberalismo
de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, confrontado con el populismo, de
nulo crecimiento y desempleo boyante del gobierno de López Obrador?
¿Imaginan el debate en redes entre los morenos que
defienden la pobreza como virtud de todos los ciudadanos –¡primero pobre que
indigno!–, y la abolición de la riqueza, confrontados con el pecaminoso
neoliberalismo que no sólo provoca diabetes sino que estimula la infidelidad?
Lo cierto es que –le guste o no a muchos especialistas y
opinantes–, ya está en marcha la reelección de López Obrador y, junto con ella,
una eficiente campaña de convencimiento de que el nuevo gobierno necesita mucho
más tiempo del sexenal –previsto en la Constitución–, para llevar a cabo “los
cambios” que se ha propuesto; discurso engañabobos del “necesariato”
Y, en efecto, Obrador puede prometer todas las veces que
quiera que no busca la reelección, pero por décadas ha confirmado que la suya
es una genética autoritaria y mentirosa, propia de los dictadores.
Por lo pronto, ayer en Querétaro, López Obrador anunció
una nueva Constitución, esa en la que incluirá la extensión de mandato.
¿Lo dudan…?
Al tiempo.