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Como se extraña en la educación de nuestro país, un nuevo José Vasconcelos

Por: Rubén Iñiguez

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Hoy se cumplen 137 años del natalicio de José Vasconcelos Calderón, oriundo de Oaxaca, fue un abogado, político, escritor, educador, funcionario público y filósofo mexicano. Se desempeñó como titular de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, fue el noveno rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, candidato a presidente de la República, fue el primer secretario de Educación Pública y miembro fundador del Colegio de México. A él se le atribuye el famoso lema de la UNAM, “Por mi raza hablará el Espíritu Santo”. Frase que años después fue modificada como: “Por mi raza habla el espíritu”.


También fue autor de una serie de novelas que conforman su autobiografía como: “Ulises criollo” que fue publicado en 1936, “La tormenta” que salió a la luz en el año de 1936, “El desastre” en el año de 1938, El “pre-consulado” en 1939; finalmente un volumen de su obra autobiográfica, titulado “La flama”, que apareció póstumamente en el año de su fallecimiento en 1959.

Su objetivo era claro, educar a todo el pueblo mexicano, pues su gran vocación por la docencia y la enseñanza, lo hicieron diseñar un modelo integral para todo el país, pues consideraba que el crecimiento y progreso nacional se basaba en la revolución educativa del pueblo. “Sólo a través de la educación de las masas es como se podía llegar a la transformación de nuevos ciudadanos”.

Asimismo, consideraba que la educación debía ser; función exclusiva del Estado; además de ser laica, gratuita y obligatoria.

Dividió la secretaría en tres grandes departamentos que abarcaban todos los institutos de cultura: escuelas, bibliotecas y Bellas Artes. El primero comprendía la enseñanza científica y técnica tanto teórica como práctica. El segundo era un complemento de la campaña de alfabetización y del primer departamento, aparte de ser un servicio para quien no podía inscribirse a un sistema educativo formal. El último ofrecía canto, dibujo y gimnasia dentro de las escuelas a cargo de la antigua Academia de Bellas Artes, el Museo Nacional y los Conservatorios de Música.

La organización de la secretaria de educación, permitió la creación de nuevas escuelas que contenían bibliotecas, estadios para deportes, coros en el centro, salones de clases y talleres en departamentos laterales. El nuevo sistema de enseñanza contó con cinco mil nuevas escuelas, nueve mil maestros y un millón de alumnos más. También fundó numerosas escuelas industriales, técnicas y agrícolas como el Instituto Tecnológico de México y la Escuela de Ciencias Químicas. 

Vasconcelos creía en una visión muy clara enfocada en la educación para el individuo. En consecuencia, se debía insertar a todos los indígenas a la nación, sin discriminarlos ni excluirlos, y sólo se lograría a través de la educación. Para él, todos eran mexicanos.

En este “nuevo siglo”, parece que nuestros políticos están como “Los cangrejos”,  pues pareciera que vamos en un serio retroceso, ya que vemos con gran tristeza que existe poco interés en que la educación sea universal y que además sea también verdaderamente gratuita y pueda estar al alcance de todos.
Cifras reales, señalan que México se encuentra entre los tres países que menos invierten en investigación y desarrollo, sólo detrás de Rumania y Chile, según un análisis del Fondo Económico Mundial (WEF), con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

La inversión en educación en México equivale solo al 0.43% del Producto Interno Bruto (PIB). Mientras que Israel, país que más invierte en la educación de su pueblo, invierte el 4.21% del (PIB).
¡Como hacen falta más Vasconcelos del Siglo XXI!  Que comprendan que es a través de la educación y la cultura, como podemos dejar de ser un pueblo “en desarrollo” o mejor dicho, “tercer mundista”, que no regateé el presupuesto a las universidades públicas, que sus sindicatos no sean una mafia que se enriquezca de manera grosera y ofensiva a costa de las cuotas de sus trabajadores y que los directivos escolares de todos los niveles, no utilicen como “cajas chicas” a sus respectivas escuelas para vivir en la opulencia, y finalmente, que sus maestros comprendan la importancia que tienen en sus manos, ya que tienen la capacidad de moldear los corazones y las almas de sus alumnos.