Ricardo Alemán.-
Contra lo que muchos
imaginaron, finalmente se llevó a cabo la marcha de protesta –motejada como “la
marcha fifí”–, contra la consulta “patito” que sirvió para justificar la caída
del NAIM.
Y la protesta resultó
exitosa no por el número de participantes –los cálculos van entre cinco y 10
mil personas, sino porque esos cinco o 10 mil ciudadanos caminaron del Ángel al
Zócalo –con pancartas y arengas–, a pesar de rabiosas campaña de odio; a pesar
del descrédito y la descalificación en redes contra un sector social que –según
la corrección política del futuro Gobierno–, debe ser despreciado, humillado y
aplastado.
Más aún, al paso del
contingente no pocos curiosos –decenas apostados de manera estratégica–,
parecían aleccionados para sembrar “consignas” contra los migrantes, los pobres
y hasta para lanzar provocaciones directas a los marchantes.
“¡Pinches fifís, ahora si
marchan, pero no dijeron nada cuando Calderón y Peña masacraron a miles de
mexicanos..!”, gritaban “observadores” de la marcha, en tanto lopistas como
Epigmenio Ibarra colocaban mensajes en redes, idénticos.
“¡Pinches burgueses, se
quedaron callados cuando protestamos por “NO MAS SANGRE” y por los muertos de
Calderón!!!”. Arengaban otros, también en consonancia con las consigna de
periodistas lopistas que descalificaron la marcha, en tiempo real.
Y frente a las arengas de
los manifestantes –que protestaban por la “consulta patito”, contra el
autoritarismo del Gobierno de López Obrador y gritaban a favor de la
legalidad–, una ausencia resultó preocupante…

Y es que, cuando una
cobertura periodística se encarga al suplente o al aprendiz, es porque al medio
“le vale madre”. Quedó clara la consigna mediática; bajo perfil a la “marcha
fifí”. Algunos, incluso, centraron su atención en las pancartas sembradas, con
la intención de exaltar la percepción de que se trató de una lucha de clases;
de pobres contra ricos; buenos contra malos.
Y es que en la marcha fue
evidente que –como dijimos aquí–, la cancelación del NAIM no fue un acto para
ratificar la autoridad de AMLO, sino un gesto autoritario que buscó ensanchar
la brecha entre ricos y pobres, el odio entre los desposeídos y los que más
tienen.
El NAIM es un emblema de
opulencia y prosperidad, al tiempo que la percepción de millones es que se
trata de un transporte exclusivo, excluyente y hasta ofensivo, porque nunca
será utilizado por los pobres.
Por eso muchos aplauden su
cancelación, y por eso encuestas como la de GEA revelan que la caída del NAIM
elevó la calificación positiva de López Obrador.
En el fondo asistimos al
triunfo del odio y la derrota de la política; odio que también apareció en el
PAN, en donde la contienda por su dirigencia fue una batalla de odio. Por eso
la renuncia de Felipe Calderón al PAN.
Al tiempo.
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