Ricardo Alemán.-
Durante décadas, la derecha del PAN y las izquierdas –el PC,
PSUM, PMT y luego PRD–, cuestionaron con severidad el sometimiento del Poder
Legislativo al Ejecutivo.
Diputados y
senadores del partido único eran motejados como “paleros del Presidente”, “levantadedos”,
“borregos” y “lacayos”, en alusión a que eran un mero apéndice del presidente
en turno.
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Morena, con el 49% del total de la Cámara de Diputados
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Eso se logró en 1997 cuando, por primera vez, el PRI
perdió la mayoría absoluta en San Lázaro. Era la primera debacle del PRI y la
primera gran victoria de la pluralidad en el Congreso.
Sin embargo, 20
años después, con Morena regresaron al Congreso no sólo el partido único sino
“los paleros del presidente”, los “levantadedos”, la “borregada” y los
“lacayos”.
Y es que en un
testimonio vergonzoso para la democracia mexicana –cuyo video recorre las
“benditas redes”–, los diputados de Morena que rindieron protesta, no corearon
el Himno Nacional, tampoco el efusivo “¡México, México!” de otros tiempos y
menos aplaudieron a los ciudadanos, que son los verdaderos mandantes.
No, los diputados
de Morena corearon efusivos, sin freno y sin pudor alguno, el estribillo de
campaña del presidente López. “¡Es-un-honor-estar-con-Obrador!”
Es decir, a pocos
minutos de convertirse en diputados, de manera legal, “los paleros” de Morena
enseñaron el cobre. No fueron capaces, siquiera, de guardar las formas. Y es
que nunca, ni en los tiempos de mayor autoritarismo del viejo PRI, la Cámara de
Diputados había atestiguado un acto de sumisión y abyección, como el de los
diputados de Morena, el pasado 29 de agosto.
¿Qué significa el
vergonzoso espectáculo de sumisión de diputados y senadores de Morena –que son
representantes populares–, al Presidente, que es el jefe del Ejecutivo?
Un mensaje
vergonzoso y preocupante. Significa que en el gobierno de López no existirá
división de poderes, que la mayoría de diputados estarán sometidos a las
ocurrencias y a las gracejadas del Ejecutivo y, sobre todo, que volveremos a
los tiempos del absolutismo; de otros López, como López de Santana y López
Portillo.
Pero la sumisión
del Poder Legislativo es apenas la punta de la madeja de la descomposición que
empieza a vivir la democracia mexicana, con la llegada de Morena al poder. ¿Por
qué?
Porque si no les
importa exhibir de manera pública la sumisión de los diputados de Morena al
presidente López, menos les importa el penoso espectáculo del diputado Porfirio
Muñoz Ledo, quien un día sí y otro también aparece alcoholizado. A Calderón lo
difamaron por un supuesto alcoholismo. A Muñoz Ledo todos lo solapan.
¿No entienden en
Morena –y en el gobierno de López–, que el voto masivo a favor de su causa fue
contra todo lo que representaba el viejo PRI; contra todo lo que hoy es Morena?
No llegan y ya enseñan el cobre.
Al tiempo.
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