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FOTO: INTERNET |
Rubén
Cortés.-
La
convicción democrática es lo menos que se observa en el frente amplio opositor
que impulsan PAN y PRD para evitar que el PRI continúe en el poder e impedir
que lo obtenga AMLO: el PAN no acepta la agenda gay y de aborto del PRD, ni
éste quiere un candidato panista.
Porque
para integrar un frente amplio opositor el requisito básico es ser un
demócrata, aceptar el juego de pesos y contrapesos de la práctica democrática,
lo cual brilla por su ausencia en el frente amplio que se empeñan en impulsar
el panista Ricardo Anaya y la perredista Alejandra Barrales.
En Anaya
se ve desde un avión que únicamente quiere un frente amplio para ser presidente
de México, pues su partido carece de fuerza para impulsarlo a solas. Se
entiende que la ideología de Anaya era verde y se la comió un chivo. Pero Anaya
olvida que necesita aceptar algo de la agenda perredista.
En
Barrales nunca se atisba nada, pero se intuye que su idea es sacar al PRI de
Los Pinos y conseguir respiración panista boca a boca para su partido, cuyas
expectativas calibra con pesimismo enfermizo y, además, equivocado: la verdad
es que el PRD puede crecer mucho con un buen candidato propio.
Sin
embargo, ese frente nunca prosperará sin un talante dúctil de los interesados.
Por ejemplo, el jueves, los presidenciables panistas establecieron que
matrimonios gay, aborto y mariguana recreativa (preceptos perredistas) quedarían
fuera de un gobierno de coalición.
Y en el
PRD, la corriente que coordina la bancada en el Senado, IDN, se opone a un
candidato panista. Es cierto que sólo tiene 15 por ciento de los consejeros
nacionales, pero es la más mediática, estridente e influyente en la opinión
pública, por sus líderes René Bejarano y Dolores Padierna.
Las
otras corrientes apoyan un candidato panista: Nueva Izquierda, de Jesús Ortega
y Jesús Zambrano, con el 28 por ciento de los consejeros nacionales; ADN, de
Héctor Bautista (22); Foro Nuevo Sol, de Silvano Aureoles (15); Galileos, de
Acosta Naranjo (8), y Vanguardia Progresista, de Barrales (8).
Pero,
más que cuentas alegres, lo que demostraría el frente PAN-PRD es si los
políticos que lo impulsan resuelven el dilema del sistema mexicano como “una
democracia sin demócratas”, algo que, por ejemplo, Chile superó desde 1989 con
la Concertación Democrática que derrotó a Pinochet.
Aquella
miríada de partidos se tragó los sapos ideológicos necesarios para poder ganar,
e implementar los programas sociopolíticos de cada uno. De ahí que en el Chile
de hoy exista una cultura política que permite a sus votantes tener claro qué
es derecha y qué izquierda. Por eso pueden trabajar juntas.
Pero
Anaya no es Patricio Aylwin ni Barrales es Michelle Bachelet.
Twitter:
@ruben_cortes