Rubén Cortés.-
Buena parte de la sociedad ha mostrado una displicencia
inquietante frente a la actitud nazifascista y con espíritu de limpieza
biológica de la secretaria de Educación de Quintana Roo, al expresar que desea
que no existan niños y niñas con discapacidad.
Porque esa buena parte de la sociedad, políticos, las
combativas “redes”… ya estarían pidiendo la cabeza de Marisol Alamilla
Betancourt si hubiera comprado una botella de vino con dinero del erario.
A la propia CNDH sólo le causó “una profunda preocupación”
el concepto hitleriano de la funcionaria. ¿Nadie va a exigir su renuncia? ¿El
gobernador del estado la va a mantener en el cargo?
Pues, tras una semana de su repugnante expresión, continúa
dirigiendo la educación de los niños y las niñas que desprecia. No sólo eso:
cobra como funcionaria, pero también recibe un sueldo de maestra sin impartir
clases: de enero a marzo cobró 264 mil 440 pesos. Además de fascistoide…
granuja.
Viene de la periodista Katia D´Artigues una de las mejores
definiciones de este caso, no sólo por acertada en lo profesional, también
porque se trata de un tema que le llega al corazón: Katia D´Artigues es madre
de Alan, un niño con Síndrome de Down. Ayer colgó en su cuenta de Facebook:
“Marisol Alamilla publicó por Twitter una “disculpa”, pero
su propia disculpa lo que a mí me dejó claro es que ni siquiera es consciente
de la profundidad de su discriminación y dos, de las condiciones actuales de
las personas con discapacidad, de su falta de acceso a la escuela, del
creciente caso de niños con autismo, de cómo se adquiere, nace o desarrolla una
discapacidad. Y menos de las capacidades y realidades de los estudiantes con
discapacidad”.
Por supuesto que Marisol Alamilla dejó de reunir las
condiciones para desempeñar su cargo. De entrada es una secretaria de Educación
que con su expresión violó la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad, el paradigma de inclusión y de derechos humanos.
Porque aprueba prácticas eugenésicas hacia niños y niñas con
discapacidad, lo cual es un comportamiento insensible, de agravio y de
exclusión. Su menosprecio recuerda el término nazi de “biología aplicada”,
acuñado por Rudolf Hess, el segundo en el mando después de Hitler.
Ella, que es maestra, debería estar consciente de que su
barrabasada no hace más que certificar uno de los episodios más crueles de la
historia moderna: la promulgación, por parte del fascismo alemán, de la Ley
para la Prevención de Descendencia con Enfermedades Genéticas, el 14 de julio
de 1933.
Marisol Alamilla tiene que renunciar. Nadie, pero mucho
menos alguien pagado por nuestros impuestos, puede expresar que desea que no
existan niños y niñas con discapacidad.
Eso es criminal.
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