Pablo Hiriart.-
Lo que hay en Venezuela es un autogolpe de
Estado.
Es preciso romper relaciones con el gobierno
golpista o retirar por tiempo indefinido a nuestro embajador, sin importar la
reacción de la mancuerna Maduro-López Obrador.
Marcar distancia y castigar el autogolpe en
Venezuela es la mejor manera que tenemos de defendernos de futuras aventuras
autoritarias en nuestro país.
En una exhibición de ‘nado sincronizado’, el
gobierno de Venezuela y el lopezobradorismo en México han calificado de
“traidor” al canciller de nuestro país por afirmar que no podemos permanecer
indiferentes ante la violación sistemática de los principios democráticos de
parte del gobierno de Maduro.
Poco después, el Tribunal Supremo de Justicia
de Venezuela anunció que ejercerá las funciones parlamentarias de la Asamblea
Nacional.
La Corte –controlada por el chavismo
gobernante– asumirá las tareas del Poder Legislativo, donde es mayoría la
oposición. Un golpe.
Aquí en México, el asesor internacional de
López Obrador –que lo acompañó en su reciente viaje a Washington–, John
Ackerman, escribió en su periódico La Jornada que el gobierno mexicano
“prefiere trabajar con el nuevo dictador de Estados Unidos para acosar y
agredir a la hermana república de Venezuela”. Puntualizó: “En un acto de
traición a los principios de solidaridad latinoamericana y de la soberanía
nacional mexicana, el canciller Videgaray se ha convertido en un vil lacayo de
Washington”.
El gobierno de Venezuela respondió, a su vez,
que “Videgaray agrede a Venezuela para congraciarse con sus dueños imperiales.
Cree que así el pueblo mexicano olvidará su traición”.
Caracas y el asesor internacional de AMLO
usan el mismo calificativo para Videgaray: “traidor”.
La canciller venezolana, Delcy Rodríguez,
apuntó que “la República Bolivariana de Venezuela rechaza las insólitas y
serviles declaraciones del canciller de México”.
“Vil lacayo” y “servil”, dicen a Videgaray la
cancillería venezolana y el asesor internacional de López.
Después del golpe al Congreso de Venezuela,
único reducto de pluralidad en ese país, más los insultos a nuestro canciller,
es momento de exigir al gobierno de México el retiro del embajador en Caracas
hasta que se disculpen por sus improperios y se restaure la normalidad democrática.
Hay que retirar al embajador, aunque en
México se enoje López Obrador.
No puede ser que una campaña orquestada desde
el gobierno de Venezuela y el círculo íntimo de AMLO, inhiba a nuestras
autoridades para exigir respeto de parte de un gobierno extranjero.
Y si el régimen de Maduro no quiere devolver
sus facultades a la Asamblea Nacional y se niega a dar marcha atrás a ese golpe
de Estado, es preciso impulsar la expulsión de Venezuela de la Organización de
Estados Americanos.
Cuando asumió Donald Trump, el gobierno de
México tuvo una actitud digna y firme ante esa administración. Hoy vemos los
frutos de esa postura: el muro –si se construye– lo pagarán ellos y no nuestro
país como habían alardeado, y la negociación del Tratado de Libre Comercio se
hará en los tiempos fijados por México.
Así de firmes hay que ser con el régimen
venezolano.
No importa si eso molesta al puntero en las
encuestas presidenciales, López Obrador.
Haberle quitado sus funciones al Poder
Legislativo para dárselas al Poder Judicial que controla Maduro, es un
autogolpe de Estado que no se puede permitir a estas alturas del siglo XXI.
Por cierto, el asesor de AMLO escribió en el
citado artículo del lunes: “En Venezuela existe una vigorosa separación de
poderes”.
Eso es lo que quieren para México.
Twitter: @PabloHiriart
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