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Perdónalos, Señor…

Cada año, la Nunciatura invita a funcionarios públicos y al cuerpo diplomático a un brindis por la asunción del Papa. La tradición señala que se pide por el Pontífice y por el presidente de la República, pero en esta ocasión sólo se brindó por Francisco. No fue un error. La relación de la Iglesia con el gobierno de Peña Nieto está en los peores términos.

Raymundo Rivapalacio.- 


1ER. TIEMPO: No andamos en los mejores términos. El lunes por la noche en la Nunciatura, en el sur de la Ciudad de México, el embajador del Estado Vaticano, Franco Coppola, ofreció una recepción con la cual la Conferencia del Episcopado Mexicano comenzó su semana de celebración por la asunción de Francisco a la silla de San Pedro. Cada año hay un evento de esta naturaleza donde se invita a funcionarios mexicanos y al cuerpo diplomático. O sea, es un evento público como el de aquella noche, donde quienes son experimentados observadores notaron un detalle que les dijo mucho. El obispo Coppola ofreció un brindis. Cada año, en cada país donde se hace esta celebración se ofrece por el Papa y el líder nacional, pero en esta ocasión sólo se brindó por el Papa, dejando de lado la referencia al presidente Enrique Peña Nieto. Para una institución que hace política hace más de dos mil años, los símbolos son fundamentales. No se les olvidó mencionarlo; fue deliberado. La relación de la Iglesia católica con el gobierno de Peña Nieto está en muy malos términos, quizás los peores desde que se restablecieron las relaciones políticas y diplomáticas desde hace casi un cuarto de siglo. No se aprecia mucho en público, pero el choque es fuerte. En enero, después de haberlos ignorado durante casi todo el sexenio, el presidente invitó a comer a la jerarquía eclesiástica a Los Pinos, donde Peña Nieto, con las finas formas mexiquenses, los recibió y los invitó a que platicaran abiertamente sobre cualquier tema. Respetuoso, el cardenal Francisco Robles, arzobispo de Guadalajara y religioso en ascenso dentro de la burocracia vaticana, a quien nombraron como voceros de los suyos, le dijo que no querían platicar, sino leerle un documento que habían preparado. Robles comenzó a leer en lo que era una severa crítica al gobierno de Peña Nieto. La inseguridad rampante, afectando ya a los sacerdotes y a sus fieles en todo el país, los cárteles de la droga aumentando su poder, desorden social, carencias económicas cada vez mayores, corrupción. El Presidente dijo estar en desacuerdo con lo que le decían, y que los datos que le daban sus colaboradores pintaban a otro México. Los cardenales le dijeron que si ese fuera el caso, estaba mal informado. En tanto más reprochaban el estado de cosas, el Presidente más endurecía el gesto. La comida se acortó a 40 minutos y de lo que ahí sucedió no salió nada. Apenas si una foto de Los Pinos sin mayores explicaciones. No fue el punto de quiebre. Eso ya se había dado.

2O. TIEMPO:  Perdónalos, Señor, no tienen idea de lo que hacen… El evento social en la Nunciatura el lunes pasado para celebrar la asunción papal de Francisco sirvió para que el embajador vaticano, Franco Coppola, volviera a mostrar la molestia de El Vaticano con el gobierno mexicano. El cardenal Coppola llegó a México a finales de septiembre pasado, pero desde Roma colocó una serie de reflexiones en su página de Facebook sobre el país al cual Francisco lo había asignado. Escribió en vísperas de llegar y lo ratificó en las redes sociales en diciembre, que México estaba caracterizado por las desigualdades económicas, sacudido por la violencia y la corrupción, donde millones de mexicanos vivían en condiciones lamentables y a merced del crimen organizado. Lo que existe en este país, sintetizó, es “una crisis política profunda”. Sus palabras provocaron molestia en primera instancia en Los Pinos, pero un funcionario justificó que esas palabras salían de una persona que realmente no conocía a México. Un dedo tapó el sol. O esa fue la intención, por lo demás, absurda. Benedicto XVI y Francisco recibieron durante años información de cardenales, obispos y sacerdotes que iban a Roma a dar cuenta de lo que sucedía en México, información que se distribuía entre todos los líderes religiosos, y cada vez fue mayor la crítica vaticana a México. El cardenal Christophe Pierre, antecesor de Coppola y actualmente representante del Papa en Washington, ofreció una misa en la normal de Ayotzinapa dos meses y medio después de la desaparición de los 43 normalistas en Iguala, y los jesuitas, con su sede en la Universidad Iberoamericana, se convirtieron en el grupo que galvanizó el respaldo social y político a sus familiares. Los mensajes de Coppola estaban inscritos en ese contexto. Inclusive, en dos ocasiones el órgano oficial de El Vaticano, L’Osservatore Romano, publicó dos editoriales de primera plana muy críticos del presidente Peña Nieto. Pese a ellos, durante nueve meses estuvo acéfala la subsecretaría de Gobernación que ve los asuntos religiosos, y desde agosto del año pasado el cargo de embajador ante la Santa Sede está vacante, por la salida de Mariano Palacios Alcocer. En Los Pinos no han entendido los mensajes, confió una persona que habla con los jerarcas de la Iglesia católica. Lo que les ha mostrado el presidente con esas acciones es qué tan poco prioritario es El Vaticano para México.

3ER. TIEMPOLa pestilencia de los gobiernos. La palabra hediondez es una forma muy fea, escatológicamente hablando, para referirse a una pestilencia o a una fetidez. Por eso llamó tanto la atención la cabeza del editorial del semanario Desde la Fe, del que cada semana se imprimen 600 mil ejemplares en la Organización Editorial Mexicana, cuyo exdirector, Mario Vázquez Raña, fue quizás la persona más influyente en el presidente Enrique Peña Nieto. El editorial se llamó “La hediondez del poder”, donde la pluma de Hugo Valdemar, el director del semanario y brazo beligerante del obispo primado de México, el cardenal Norberto Rivera, escribió: “La captura y extradición de dos exgobernadores demuestra la cloaca de corrupción que somete a México, donde la impunidad es el principal ingrediente. Los agravios son evidentes cuando la opinión pública conoce del patrimonio exorbitante y de los caudales de recursos que cebaron a los delincuentes en feudos corruptos para solapar negocios y proteger amigos; los allegados se beneficiaron de cargos inexistentes, cuentas fantasma, licitaciones o compensaciones a nombre del Estado, sin mayor explicación o transparencia… Corrupción y democracia son el binomio perfecto del empoderamiento de estos megalómanos”. El semanario Desde la Fe ha sido una voz sistemáticamente crítica del gobierno del presidente Peña Nieto y en ocasiones su línea editorial se apartaba de la postura de la jerarquía eclesiástica. No en esta ocasión, donde su crítica está alineada a lo que piensan los líderes católicos del país del Presidente, y donde el tema central es uno de los que el moderado cardenal Francisco Robles leyó en el documento que le presentaron a Peña Nieto en enero. Desde entonces, mucho se enojó el Presidente por lo que le dijeron, pero como lo vieron durante estos meses, no ha hecho mucho. La impunidad y la corrupción, piensan, la marca de la casa.