Carlos Ramírez.-
La crisis en la gestión de gobernadores de los tres
principales partidos es, quiéranlo o no, responsabilidad directa del presidente
de la república en turno en el sistema presidencialista. El trabajo fue fácil
cuando el presidente ponía gobernadores, pero fue complicado cuando los
gobernadores se pusieron a sí mismos.
La pérdida de control presidencial sobre gobernadores
ocurrió a partir de 1995 cuando el presidente Zedillo y sus sucesores Vicente
Fox y Felipe Calderón se desentendieron de la supervisión política federal. El
presidente Peña Nieto arribó a la presidencia desde una gubernatura y sin haber
pasado por espacios presidencialistas --el gabinete, por ejemplo-- y su
experiencia como funcionario estatal comenzó en el 2003, bajo el PAN en Los
Pinos.
Sin embargo, Peña Nieto tenía un activo a su favor: su tesis
de licenciatura bordó sobre el tema central del sistema político y sobre su
fundador: El presidencialismo mexicano y Alvaro Obregón, el jefe político del
grupo sonorense que construyó las bases del presidencialismo dominante. Un
dato, entre muchos: en 1924 José Vasconcelos renunció a la Secretaría de
Educación y se lanzó como candidato a gobernador en Oaxaca, pero fue aplastado
después de las elecciones porque el presidencialismo no permitía --herencia
porfirista-- gobernadores ajenos a los intereses presidenciales.
La mayoría de los gobernadores y exgobernadores
emproblemados hoy nacieron durante la gestión de Peña Nieto como gobernador en
2005; y aunque entonces el PRI fue dirigido sucesivamente por Roberto Madrazo,
Mariano Palacios, Beatriz Paredes y César Camacho y Humberto Moreira, Cristina
Díaz y Manlio Fabio Beltrones, la autoridad política superior era Peña Nieto, y
más al arribar a la presidencia.
El punto de la responsabilidad política no implica
complicidad sino descuido o debilidad. Los gobernadores, desde Zedillo,
asumieron su autonomía federal porque eran los que garantizaban victorias, al
grado de que los gobiernos estatales y muchos municipales llegaron a la
condición de virreinatos o, peor, califatos. Los presidentes Fox, Calderón y
Peña Nieto sí tenían facultades y formas de vigilar a gobernadores y alcaldes,
pero los dos primeros no supieron cómo se cocinaba eso del presidencialismo; en
cambio, Peña Nieto llegó con una evidente debilidad institucional.
La debilidad presidencial de 1994 al 2017 prohijó la larga
lista de gobernadores corruptos, ineficientes o, más grave, vinculados al
crimen organizado. En el pasado los presidentes de la era priísta ponían
presidentes, pero la pluralidad debió llevar a mecanismos eficientes de
supervisión. Y lo más significativo ha sido que desde 1994 los medios críticos
se encargaron de exhibir las trapacerías de los gobernadores, sin que hubiera
autoridad federal que tomara cartas en el asunto.
Los recientes casos de corrupción de Tomas Yarrington,
Eugenio Hernández, Javier Duarte, Cesar Duarte, Roberto Borge, Fausto Vallejo,
Miguel Alonso Reyes, Humberto y Rubén Moreira, Ángel Aguirre, Andrés Granier,
Jorge Herrera, Gabino Cué, Rodrigo Medina y Guillermo Padrés ilustran la
dimensión del colapso de autoridad --por debilidad institucional o descuido
político-- del presidencialismo mexicano y se mete como una variable decisiva
en la elección presidencial de 2018: regresar al presidencialismo responsable
de la estabilidad de la federación.
Los descuidos presidenciales se localizan como elementos de
la corrupción de gobernadores, la narcopolítica en gobiernos estatales y el
dominio criminal de zonas expropiadas a la soberanía del Estado. La presidencia
de la república como institución tiene la función de blindar los gobiernos
estatales. O la asume o será corresponsable de la desintegración de la
república.
Política para dummies: La política debe ser el ejercicio de la responsabilidad cuando se tiene poder.
Sólo para sus ojos:
Recuerde todos los
días el programa “La Agenda” de Carlos Ramírez y Roberto Vizcaíno en la
estación radiofónica 1530 de AM. El archivo de programas pasados en
indicadorpolitico.mx. Y puede escucharlo en vivo por dispositivos móviles en
cualquier parte del mundo a través de www.extasisdigital.mx y de
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La crisis política
en Cuernavaca se salió de control por la obsesión del gobernador perredista
Graco Ramírez de liquidar políticamente a Cuauhtémoc Blanco. Lo grave para el
gobernador es que ya se contaminó su sucesión estatal que debe resolverse a fin
de año.
El caso de los
sobornos de Odebrecht ya se metió no sólo en México sino en la elección
presidencial del 2018. Y el asunto viene de fuera, es decir, carece de
mecanismos de control. Hay indicios de que van a sacrificar al exdirector de
Pemex, Emilio Lozoya.
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@carlosramirezh
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