Raymundo Rivapalacio
Por un diseño institucional que Miguel Ángel Osorio Chong
impuso al equipo del presidente electo Enrique Peña Nieto en septiembre de
2012, la Secretaría de Gobernación absorbió la Secretaría de Seguridad Pública
Federal. Osorio Chong alegó que de esa forma se tendría una mayor comunicación
dentro del gabinete, mediante la cual, como proclamó el entonces asesor
colombiano de seguridad de Peña Nieto, el general Óscar Naranjo, la violencia
se acabaría en los primeros 100 días de gobierno. Ese ajuste colocó al secretario
de Gobernación todo el sexenio sobre el tanque de dinamita que es la seguridad
y que, al explotar, lo dañó. La estrategia de seguridad ha sido un fracaso.
Los homicidios dolosos no dejan de subir. De acuerdo con las
últimas cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública, en los 50 primeros meses del gobierno de Peña Nieto se presentaron 75
mil 475 denuncias de homicidios dolosos, que son aquellos donde el delincuente
le quita la vida a una persona conociendo las consecuencias legales que esa
acción significa. Para entender la magnitud de esta cifra, en comparación, las
denuncias de homicidios dolosos durante el mismo periodo en el gobierno de
Felipe Calderón, fueron 63 mil 94. Es decir, aumentaron 19.6% en el sexenio peñista.
La afirmación del equipo peñista de que se iba a reducir la
violencia sin utilizar la violencia, sino a través de la prevención, se volvió
una broma de mal gusto para los mexicanos. Las áreas de prevención se quedaron
sin presupuesto para este año, y se tuvo que regresar a la violencia para
combatir la violencia. Si los discursos cayeron a pedazos, la realidad hizo lo
mismo con la estrategia. Sólo en los dos primeros años de gobierno se dio una
ligera baja en las denuncias de homicidios dolosos, que repuntaron en agosto de
2015. Para el cierre de 2016, las denuncias de homicidio dolosos aumentaron 22%
con respecto al año previo y el estado de México, la tierra de Peña Nieto,
mantiene el primer lugar nacional.
El mayor número de denuncias de homicidio doloso que se ha
dado fue en 2011, cuando alcanzó las 22 mil 852. En 2014 cayeron a 15 mil 653,
y comenzó la debacle. En 2015 subieron a 17 mil 34 y al año siguiente a 20 mil
789, la tercera cifra más alta en la historia de las mediciones, superada sólo
por los datos de 2011 y 2012. De mantenerse la tendencia actual, 2017 será el
más violento en la historia de México. Sólo en enero de este año hubo mil 938
denuncias de homicidio doloso, que es el número más alto desde 1997, cuando se
comenzó a medir la incidencia delictiva, 71 denuncias más, incluso, que enero
de 2011, el año de mayor violencia.
En materia de resultados, Osorio Chong tiene un déficit
importante. Tendría un argumento para balancear, que es la gobernabilidad, pero
el tema más visible en este capítulo, que fue la revuelta magisterial contra la
reforma educativa, Peña Nieto le acredita ese trabajo al entonces subsecretario
de Gobernación, Luis Enrique Miranda, a quien premió con la cartera de
Desarrollo Social. En esta misma línea de argumentación, si la seguridad es la
primera preocupación que tienen los mexicanos, de acuerdo con el INEGI, el
secretario de Gobernación ha incumplido con su trabajo. Si la responsabilidad
primaria de los gobiernos es proveer de seguridad a sus ciudadanos, entonces el
de Peña Nieto ha incumplido con ella. Por tanto, si se trata de méritos, Osorio
Chong no podría ser candidato a la Presidencia. Pero es cierto que si por
méritos fuera, tampoco el secretario Luis Videgaray cumplió con la encomienda
de crecer al 5-6% que prometió Peña Nieto para el cierre de su gobierno, al
encontrarse hoy en el umbral del 1.7%, con posibilidades de que baje aún más,
como secuela de su manejo financiero en los cuatro primeros años del año.
Lo paradójico en el manejo de Peña Nieto de la baraja
presidencial para 2018, es que a Videgaray sí le dio la oportunidad para
recomponer su futuro y modificar su destino. Después del fiasco de la visita de
Donald Trump a México en agosto, Peña Nieto lo empujó a que renunciara para
llevarse con él todo el descrédito que aquél viaje provocó. Cuando Trump ganó
la elección presidencial, Peña Nieto revivió a Videgaray como secretario de
Relaciones Exteriores, lo que le dio nuevo aire y un reto para vencer, que le
permitiría reposicionarse como aspirante a la candidatura presidencial.
Osorio Chong no ha tenido esa señal por parte del
presidente. Videgaray se fue de Hacienda y Peña Nieto lo usó como consultor
externo para que supervisara el proceso electoral en el estado de México, que
al ser un tema de política interna correspondería al secretario de Gobernación,
y le pidió en noviembre que hiciera contacto con el equipo de transición de
Trump. Las señales que ha recibido el secretario de Gobernación de su jefe no
han sido, por lo que se ve en la arena pública, positivas o estimulantes.
Si Peña Nieto quiere mantenerlo vivo como candidato fuerte a
la Presidencia, como luce en las encuestas entre los priistas, tiene que
removerlo de Gobernación y permitirle una reinvención política, como lo hizo
con Videgaray. Si no lo blinda para volverlo a impulsar, Osorio Chong se
quedará, como nadie de su equipo lo esperaba al iniciar el gobierno, a la
orilla del camino.
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