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Ecos de una negociación ruda

PABLO HIRIART

Ayer se anunciaron ‘conversaciones telefónicas’ entre miembros de los gobiernos de México y Estados Unidos, lo que es una buena noticia, y nuestros representantes deben hacer eco del clamor nacional de que se requiere una posición de firmeza.
Hay mucho qué defender, no cabe duda. Por eso es necesaria la firmeza, y no la torpeza.
Tuitazos, desplantes y amenazas son parte de la ruda negociación entre México y Estados Unidos.
El respeto en el trato es la primera premisa que debemos poner por delante al señor Trump. Y se hizo.
Una cosa es la negociación entre hombres de negocios y otra entre naciones soberanas.
El nuevo presidente de Estados Unidos debe ser educado con actos enérgicos de dignidad como fue la cancelación de la visita de Enrique Peña Nieto a Washington, luego de que Trump la condicionara.
México es un país de casi 120 millones de habitantes, con dos mil años de cultura e historia.
No se vale achicarse ni permitir el oprobio de pagar el muro fronterizo. “Que ellos paguen sus locuras”, dijo la presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
Pero tampoco se vale darle una patada al tablero de ajedrez y abandonar el diálogo, a la manera en que extrañamente lo sugirió el expresidente Zedillo en un artículo en The Washington Post la semana pasada.
Tal vez la postura de Ernesto Zedillo sea parte de la negociación ruda, no lo sabemos, pero es interesante que haya enseñado los dientes el presidente que permitió a los americanos quedarse con el principal banco mexicano sin dar nada a cambio.
Sugiere no negociar con Donald Trump. ¿Entonces qué hacemos? ¿Nos sentamos a esperar el siguiente garrotazo?
También pide decir adiós al TLC porque eso es lo que quiere Trump.
¿A santo de qué le vamos a regalar la cancelación del TLC a Trump?
Hay que defenderlo, desde luego. ¿O queremos regresar a las épocas en que se pudrían los aguacates en la frontera y se echaban a perder los camarones porque el aduanero no se dignaba a revisar los papeles de internación?
Ojo con las ocurrencias (boicotear productos estadounidenses… hechos con manos mexicanas, por ejemplo).
El estilo negociador de Trump es prepotente y soez. No hay que rebajarse a su nivel, como lo piden un sector de la galería ilustrada y de nuestra comentocracia.
Dice Trump en su libro El Arte de Negociar (1987) que “me gusta provocar a mis adversarios para ver cómo reaccionan; si son débiles los aplasto y si son fuertes negocio”.
No hay que caer en la provocación y ser firmes. Pero hay que negociar, ¿o no?
¿En qué consiste la firmeza? Primero, respeto al dirigirse a México y en el trato con nuestro presidente.
No pagar la construcción del muro, que se viene construyendo desde la época de George W. Bush, luego de los atentados de septiembre de 2001.
Tampoco aceptar cambios al Tratado de Libre Comercio que lo vuelvan perjudicial para nuestro país.
La defensa de nuestros connacionales en Estados Unidos es innegociable. Estados Unidos, como cualquier nación, tiene derecho a expulsar a quien esté ilegalmente en su territorio, pero con respeto a sus derechos humanos.
Negociar, romper pláticas como táctica –pero no dejar de hablar–, volver a la mesa en condiciones más favorables… todo eso vamos a ver. Son los ecos de una negociación ruda.

Twitter: @PabloHiriart