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Lobos con piel de oveja

José Luis Chávez Botello y Carlos Franco Pérez Méndez, Arzobispo de Oaxaca y vicario de la Catedral Metropolitana profanan templos católicos y se entregan a placeres mundanos.
El escándalo envuelve a los altos representantes de la Iglesia Católica en Oaxaca, por la doble moral. Cementerios vestidos de blanco pero por dentro llevan la podredumbre.
Y es que la catedral de Oaxaca fue profanada en plena Sema Santa, máxima fiesta de los católicos por el sacerdote Carlos Franco, vicario de la Catedral Oaxaqueña porque invitó a sus ayudantes a embragarse y con ello entregarse a los placeres del mundo.
El pasado 24 de marzo (Jueves Santo) Lennin se preparaba para asistir a la catedral y brindar sus servicios como católico comprometido. Tenía la encomienda de que todo estuviera en su lugar para que los demás fieles recordaran el sacrificio de Jesús de Nazareth.
Al término de las actividades, el padre de Lennin pasó por él para llevarlo a casa, pero el joven señaló que las actividades del próximo día iniciarían muy temprano por lo que decidió quedarse a dormir en el templo.
El papá aceptó gustoso puesto que la Catedral es un lugar santo, confiado en que los jóvenes serían vigilados por el Sacerdote, que además de prometer votos religiosos, es una persona adulta.
Lennin apuntó que de camino a los dormitorios Carlos Franco los invitó a tomar una copa de licor (en el interior de la catedral) a lo que los jóvenes respondieron que ya estaban cansados y preferían descansar.
Sin embargo, ante las insistencias del religioso, los jóvenes aceptaron la invitación y bebieron algunas copas de mezcal. Momentos después y de camino a los dormitorios, Carlos Franco empezó a manosear al compañero de Lennin, lo que provocó una discusión.
Por su parte el sacristán de nombre Javier “N” se retiró a su cuarto, para descansar profundamente, sin percatarse de los desmanes provocados por el sacerdote y los jóvenes ayudantes.
Es ya Viernes Santo y el padre de Lennin recibe una llamada de su comadre,  que a su vez es la encargada de los grupos religiosos, para solicitarle que se presentara en la Catedral para llevarse a su hijo.
El progenitor, preocupado, acude al llamado y encuentra a los jóvenes en una habitación desordenada, con las cosas tiradas y excremento en el rincón. Extrañado, ordena las cosas pero se percata que Lennin se encuentra desnudo y retraído, como si estuviera drogado.
Por ello decide trasladar a su hijo a su casa para después regresar a la Catedral y hablar con el sacerdote Carlos Franco, pero éste nunca aparece. Como fiel católico respeta los días santos y es hasta el lunes cuando decide hablar con el obispo José Luis Chávez Botello.
El jerarca católico escucha la queja del padre de Lennin y se compromete a investigar el caso por medio de instancias al interior de la estructura eclesiástica, mientras Carlos Franco desaparece.
Ya en casa, Lennin es atendido por su madre, vomita flujo con sangre, algo no está bien, acuden a especialistas para revisarlo pero no tienen explicación de lo que sucede.

Ante la indiferencia del obispo José Luis Chavez Botello, los ofendidos deciden interponer la querella correspondiente para castigar el ultraje cometido en contra del jovencito.