Pablo Hiriart
La avalancha de muertes por la
pandemia, más la crisis económica que empuja a millones de familias a la
pobreza extrema, es decir, a la indigencia, son motivos sólidos para coincidir
y remar todos en una misma dirección. No ocurre así ni al interior del propio
gobierno.
Una buena oportunidad para ese
mensaje de unidad fueron las visitas del presidente a Guanajuato (PAN) y
Jalisco (MC), con dos pesos completos de la oposición, Sinhue y Alfaro, pero
los encuentros resultaron ser estampas del desorden y falta de estrategia.
El Presidente sin cubrebocas,
los gobernadores con, algunos miembros del gabinete sin cubrebocas y otros con.
Hasta ese aparatejo, vital para
reducir la posibilidad de contagio, lo han convertido en un tema de conflicto.
La mala comunicación en esta
crisis ha sido causante de contagios y de muertes.
Claudia Sheinbaum dice a los
capitalinos que el cubrebocas es obligatorio, y el Presidente y su encargado de
combatir la pandemia, Hugo López-Gatell, no le hacen caso a la jefa de Gobierno
de la ciudad en que habitan.
Los resultados de esa atonía se
pueden ver en las fotos de las atestadas calles del centro: mucha gente usa el
cubrebocas como gargantilla.
El mismo día, en la misma
conferencia, el Presidente dice que la curva de contagios “se ha aplanado”, y
el zar anti-Covid-19 dice que “hay alza de contagios”.
Con esas contradicciones la
gente no toma debidamente en serio la gravedad de la pandemia, como muestra la
encuesta publicada ayer en El Financiero. Es la novena causa de temor entre los
capitalinos. La novena.
Hay más miedo a un accidente
que requiera hospitalización, a los temblores, a quedarse en medio de una
balacera, un asalto, etcétera, que a contagiarse de coronavirus.
Y los muertos se cuentan por
decenas de miles.
Tan notorio es el desorden en
México frente al coronavirus, que la Organización Panamericana de la Salud
pidió a nuestras autoridades coordinarse en todos los niveles de gobierno
porque están ante “el mayor desafío de salud pública en un siglo”.
La crisis económica hace
estragos y genera millares de pobres extremos cada día, y es la hora de que no
hay una estrategia nacional para evitarlo o cuando menos atenuarlo.
Sufren los gobernadores por
falta de apoyo federal en inversiones públicas, y sacan lo poco que tienen para
apuntalar el empleo y que no se les derrumbe.
Chihuahua creó una oficina para
promover al estado en el exterior y atraer inversiones. En lugar de perder,
creó empleos en junio, dijo ayer su gobernador Javier Corral en el Foro virtual
de El Financiero.
En lugar de tener que abrir 32
oficinas, una por entidad, en sitios clave del mundo ¿no sería mejor tener una
sola, fuerte, como era ProMéxico?
No quiere la federación. Gasto
inútil, dice.
Puebla exprime su presupuesto
para brindar auxilio a la población y hacer obra pública. Evidentemente no
alcanza. La federación abandonó a esa entidad.
Oaxaca, otro estado
participante en el Foro de El Financiero ayer, tiene la suerte de contar con
apoyos federales para obras, pero son fruto de la relación cordial que ha
establecido el gobernador Murat con el Presidente.
Así no funciona un país, y
menos en una crisis histórica como en la que entramos.
Para sortear la adversidad con
la menor cantidad de empresas muertas, empleos perdidos y personas en la
pobreza extrema, se necesita inversión.
Los inversionistas piden
certeza y garantías de que no van a tirar su dinero en México. Y no reciben
certidumbre, sino todo lo contrario.
La respuesta ha sido cancelar
megaobras casi terminadas, o dejar sin posibilidad de operación a empresas de
energías limpias, cerrar plantas por consultas populares ilegales, no dar apoyo
a las medianas y pequeñas empresas, dejar que se destruyan las cadenas
productivas, permitir que el desempleo se cuente por millones de personas, como
millones son las familias que se van a la pobreza extrema.
Y si un grupo de intelectuales
saca una carta que expresa un ligero buen deseo, el Presidente saca la espada y
ataca con calificativos porque ve complots, sedición porfirista y otros
delirios.
Así no habrá unidad en lo
fundamental: que la crisis sanitaria mate la menor cantidad posible de
mexicanos, y que la económica sea menos devastadora.