Nadie, con dos gramos de cordura, metería el freno al
gasto en Salud como hizo el gobierno en enero de este año, que cayó en 57.7 por
ciento respecto al mismo mes del año pasado.
Tenemos la peor amenaza a la salud pública en una década,
llamada coronavirus, y el gobierno contrajo el gasto a más de la mitad en ese
rubro en enero, de acuerdo con el Informe Mensual de Finanzas Públicas de la
Secretaría de Hacienda.
Además, dice el reporte de Hacienda, la Secretaría de
Salud arrancó el año con el mayor subejercicio de todas las dependencias del
gobierno federal.
La ineptitud es de miedo.
Salud tenía para gastar en enero cinco mil 839 millones
de pesos, pero sólo ejerció dos mil 465 millones, con lo que tuvo un
subejercicio de tres mil 374 millones de pesos (nota de Zenyazen Flores, El
Financiero de ayer lunes).
El Presidente ordenó la destrucción del Seguro Popular,
sus asesores acataron, y en su lugar creó el Insabi que implica atención
gratuita para todo mundo…
Y la Secretaría de Salud bajó su gasto en 57.7 por ciento
real con respecto a enero anterior.
¿Entonces, cómo van a atender a más personas si en los
hechos se bajan el presupuesto a más de la mitad?
Salud, que debe financiar la atención gratuita para todos
a través del Insabi, es la dependencia del gobierno que lidera el mayor
subejercicio de toda la administración pública federal.
Es una barbaridad, producto de la incompetencia y la
soberbia. Sin ninguna lógica administrativa ni sentido humanitario.
Nos demuestran que no tienen idea de lo que están
haciendo.
Faltan medicinas, médicos, enfermeras, equipo para
hospitales.
No hay recursos para institutos de especialidades, donde
se les pide a los familiares de los pacientes una lista de materiales que
comprar (gasas, vendas, batas, jabón) para ser candidatos al quirófano.
Tenemos una pandemia al acecho, cancelaron el Seguro
Popular, y el gobierno gasta 57 por ciento menos en salud. Y la secretaría del
ramo es la campeona de los subejercicios.
El subsecretario Hugo López-Gatell, que desplazó al
secretario de Salud en el ánimo del Presidente, se ha contradicho en reiteradas
ocasiones sobre el desabasto de medicinas y equipo básico para operar en el
sector.
Para el Presidente, que está en otra nube, lo que ocurre
es el saldo de la lucha contra “los conservadores”.
Ayer mismo, al día siguiente de ser abucheado en su
tierra –él, el gobernador de Tabasco y el alcalde da Macuspana– por
incumplimiento en la entrega de apoyos vía programas sociales, el Presidente
dijo en su conferencia matutina:
“Estamos bien, tenemos mayoría, la gente nos está apoyando. Y también tenemos desgastes, porque imagínense enfrentar a los conservadores, corruptos, que no quieren dejar de robar, están molestísimos, no los calienta ni el sol, y desquiciados”.
Los “conservadores” que lo boicotean y desgastan sólo
existen en su imaginación.
Doblados o débiles están los partidos de oposición.
Aterrados están muchos empresarios por la amenaza de la guadaña del SAT y de la
Unidad de Inteligencia Financiera que hace sólo lo que le indica López Obrador,
según reveló él mismo.
Desprestigiar es la divisa de las dictaduras, y aunque no
vivimos en una, sí sentimos los efectos de un régimen autoritario e
incompetente donde se hace la voluntad de un solo hombre, que desconoce las
tareas de la administración pública.
Lo mismo se desprestigia al sobresaliente ex director de
un instituto de alta especialidad, que a los padres de niños enfermos de
cáncer: les atribuyen “otra agenda” (palabras de López-Gatell), como si
tuvieran una preocupación diferente a la de salvar la vida de sus hijos.
El ejercicio autoritario del poder y la regresión al
gobierno de un solo hombre empequeñece a las personas preparadas que rodean al
Presidente y los vuelve serviles con tal de no contradecirlo.
Los errores son de otros porque el jefe es infalible.
¿En qué locura estamos metidos?
Como describió gráficamente Paco Calderón el domingo en
Reforma, el Presidente le echa la culpa de sus errores al neoliberalismo, a la
mafia del poder, a la prensa, a Felipe Calderón, a las farmacéuticas, a las
eminencias, a las feministas que según él son manipuladas, a Lucas Alamán…
Si era para repartir culpas, mejor se hubiera quedado en
la oposición.
Descalifica a las mujeres que protestan por el incremento
brutal de feminicidios.
Descalifica a los que han padecido la pérdida de seres
queridos por la criminalidad (le dan flojera).
Descalifica a los pobladores que abuchean porque no han
recibido lo prometido en programas sociales.
Descalifica a los periodistas que critican sus errores.
Descalifica al árbitro electoral que ejerce su autonomía.
AMLO está enredado, el país va en picada, y las
descalificaciones subirán de tono.