Pablo Hiriart.-
Si Morena barre en las elecciones del próximo año no será
porque su gobierno haya hecho un gran trabajo, sino porque la oposición se ha
autoimpuesto una parálisis bastante parecida a la complicidad.
En el Legislativo se han dado buenas defensas de parte de
diputados y senadores de oposición en temas importantes, pero tienen escasa
repercusión en la ciudadanía, que no se entera.
Si el Presidente se dedica reiteradamente a responder o
descalificar a sus críticos en medios de comunicación, es porque los partidos
no están haciendo su trabajo donde resulta efectivo, donde se da la disputa por
los votos: abajo.
Los articulistas y columnistas en medios no le pueden
hacer el trabajo a la oposición porque no es lo suyo, además de que se llega a
un sector restringido de la ciudadanía, que por lo general ya tiene su opción.
Pero los argumentos ahí están, que son la materia prima
del trabajo que deberían hacer los partidos y no lo hacen.
En los medios de comunicación se ha documentado el porqué
de la caída de la economía a bajo cero, que es responsabilidad exclusiva del
gobierno de Morena. Cuáles son sus impactos en la población, la baja de la
recaudación en consumo (IVA) e ingresos (ISR) que lleva a recortar recursos al
campo, a educación, a infraestructura.
Se han escrito ríos de tinta que prueban la inoperancia
del gobierno para abastecer de medicinas, descuidar los hospitales de
especialidades, donde los familiares de los enfermos deben comprar hasta los
guantes de médicos y enfermeras. Escasean los medicamentos contra el cáncer, la
leucemia, no se pueden hacer las tomografías que se hacían hasta hace poco más
de un año. Ahí están, en papel membretado de Hacienda, los subejercicios en el
sector Salud. El incremento de 250 por ciento de muertes por dengue, pues no se
compraron a tiempo los pesticidas.
Los partidos tendrían que llevar esos temas a las bases,
y creen que cumplen con un tuit o un spot.
Documentados están el freno a la creación de empleos, la
caída dramática de la producción industrial, la debacle del sector energético
por falta de inversión privada, la mentira del combate al huachicol, la
falsedad del “rescate de Pemex”, el despilfarro en una refinería nueva que no
es prioritaria mientras las existentes funcionan a 40 por ciento de su
capacidad, la falacia de que iban a revertir el gasolinazo y que la magna
costaría 10 pesos el litro.
¿Y los partidos? ¿En la hamaca, a la espera de la
siguiente elección para que los vuelvan a barrer?
En los medios se ha publicado con detalle la pérdida de
cientos de miles de millones de pesos –y de empleos presentes y futuros en ese
lugar– por destruir un aeropuerto de clase mundial que iba al 33 por ciento de
su construcción. La faramalla de la venta de un avión digno de usarse, pero que
no se pudo vender y se pagaron miles de millones de pesos en el arrendamiento
financiero y estacionamiento en Estados Unidos.
Son periodistas los que han publicado, con bases, el
aumento de la violencia y criminalidad como nunca en la historia. El
crecimiento terrible de feminicidios. De víctimas del delito. De extorsión, de
secuestro, de la inseguridad en todo el país. Se han mostrado las
monstruosidades de los narcos que queman viva a gente inocente o pueblos
completos en Bavispe, en Chihuahua, en Veracruz, mientras esos delincuentes
cuentan con la benevolencia de las autoridades que los sueltan de las cárceles,
les permiten la fuga sin necesidad de despeinarse, los devuelven a sus sicarios
cuando éstos intimidan al gobierno con sus armas y matan civiles, o los dejan
exhibir su poderío con una boda a todo lujo para la que cierran los accesos a
la catedral de una capital estatal.
Todo eso y mucho más se ha documentado, con rigor y
profesionalismo, en los medios de comunicación. Ahí está la razón por la cual
el Presidente la emprende contra periodistas y divide al gremio con el aliento
a extraños comunicadores que retan a golpes a los reporteros que quieren hacer
preguntas en momentos críticos durante las conferencias mañaneras.
¿Y los partidos de oposición?
¿Están en los barrios, en los pueblos, en las grandes
ciudades explicando lo que sucede y el porqué?
Para nada. Y a esos lugares sí llegan los
“evangelizadores” de AMLO a repartir cientos de miles de millones de pesos, en
forma personalizada, en programas que no tienen reglas de operación porque “el
pueblo es el mejor auditor”.
¿No tienen dinero los partidos? Falso. Para este año
tienen cinco mil millones de pesos, de los cuales cerca de dos mil son para
Morena y sus aliados, pero a la oposición le quedan nada despreciables dos mil
500 o tres mil millones de pesos.
¿En qué los usan? En lo prioritario, no.
Y lo prioritario debe ser que Morena pierda la mayoría
calificada que tiene hoy en la Cámara de Diputados, y así evitar que sigan
destruyendo al país.