Raymundo Rivapalacio.-
La vida política de Germán Martínez dentro del gabinete
ampliado del presidente Andrés Manuel López Obrador, comenzó difícil y se puso
peor. Aceptó ser director del Instituto Mexicano del Seguro Social después
incluso, de que los síntomas neoliberales en el cuerpo de la Cuarta
Transformación emergieran en la arena pública. Martínez había escuchado poco de
los recortes draconianos que se pensaban hacer tan pronto López Obrador
asumiera la Presidencia, y las recomendaciones casi instrucciones que se estaba
haciendo al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto durante la transición.
Por ejemplo, que dejaran de comprar medicinas porque iban a revisar todos los
contratos. Todo el discurso del despido masivo de funcionarios y burócratas, de
recortes presupuestales y disminución de servicios se había dado bajo el mismo
discurso: austeridad y erradicación de los abusos del pasado. Esa visión
finalmente se estrelló con la realidad con la renuncia de Martínez al frente
del Seguro Social.
El cronograma del choque con la realidad se en la carta
de renuncia de 11 páginas al Consejo Técnico, que integran además del director
del instituto, los titulares de las secretarías de Hacienda, Salud y Trabajo.
Pero la carta no es una simple renuncia. Es, sobre todo, una denuncia contra el
secretario de Hacienda, Carlos Urzúa y la oficial mayor de la dependencia,
Raquel Buenrostro, a quienes califica de burócratas, neoliberales y llega a
sugerir también que son “insensibles” frente a las enfermedades e, incluso,
ante la muerte de pacientes. Martínez no es un político que se quede callado, y
ha hecho de la difusión pública de su decisión, un ejercicio ético que, dentro
del gabinete de López Obrador, tres de sus secretarios de Estado y
colaboradores cercanos fueron incapaces de sostener.
AMLO- Germán Martínez. Foto: internet |
Con toda certeza se puede afirmar que la indignación de
Martínez es compartida por muchos de sus compañeros en el gobierno de López
Obrador, que se han topado con los muros infranqueables de Buenrostro, quien
tiene la encomienda de utilizar machetes, tijeras y bisturí, para recortar el
gasto público y poder acomodar recursos a los programas prioritarios
presidenciales, pero que han optado por el silencio.
La acusación es insólita por sus términos, sin margen
para la confusión. Martínez quiso evitar personalizarla al mencionar que son
“algunos funcionarios” hacendarios quienes “tienen una injerencia perniciosa”
en el instituto. Pero no pudo quitar la carga de la denuncia sobre Urzúa y
enfocándola, aunque sin mencionarla por nombre, en Buenrostro, pupila del
secretario y a quien colocó en la Oficialía Mayor para controlar todas las
compras del gobierno. La centralización de las compras del gobierno federal,
con el argumento reduccionista de evitar la corrupción, es lo que ha generado
conflictos dentro del gobierno, tensiones y fricciones que van desde la Oficina
de la Presidencia y la Consejería Jurídica, hasta el gabinete legal y el
ampliado.
Un párrafo de su carta revela parte del conflicto con
Hacienda. Dice: “La cuarta transformación no son cambios burocráticos, sino
revolución cultural (…) Algunos funcionarios de Hacienda intentan una
remodelación cosmética del IMSS, donde (…) se pretende reformar el Reglamento
para colocar funcionarios administrativos en los Estados desde la Secretaría de
Hacienda, y así anular a los Delegados que este Consejo Técnico aprobó. Buscan
nombrar, en todo el país, una suerte de ‘delegados administrativos estatales’,
fuera de este Consejo, para que ellos, en los hechos, administren desde lo
local al IMSS”.
Detrás de de ese párrafo se encuentra el conflicto más
serio con Hacienda, que le provocó una reciente fricción con el presidente que,
de acuerdo con funcionarios, lo maltrató y llevó a considerar su renuncia.
López Obrador respaldó a Urzúa, quien le había anticipado a Martínez que habría
un nuevo recorte presupuestal, que afectaría a las delegaciones. El argumento
de Martínez de que tendría un impacto directo sobre los servicios de salud y
los derechohabientes, fue ignorado. La falta de apoyo del presidente no era
nueva. López Obrador quería cancelar el Seguro Popular, y Martínez le presentó
un modelo para hacer la prestación de servicios de salud a través de él. Cuando
trabajaba su proyecto, sin que nadie le consultara, el presidente anunció el
remplazo del Seguro Popular, el Instituto Nacional de Salud para el Bienestar.
La insatisfacción de Martínez se venía acumulando desde
hacía meses por las reducciones presupuestales y los ajustes que sobre la
marcha hacía Hacienda, para acomodar las prioridades de López Obrador, o
deshidratar al gobierno para darle capacidad fiscal y financiera a Pemex, a fin
de que no le bajen el grado de inversión. Urzúa, que difícilmente objeta
decisiones del presidente, y Buenrostro, quien cuida las llaves del dinero y lo
distribuye a cuentagotas, son los garantes de los deseos de López Obrador, lo
aplastaron. La carta de renuncia refleja frustración y su indisposición a hacer
las maromas que practican ex compañeros de gabinete con menos arrestos, sabedor
que era una batalla perdida.
No tardó mucho en comprobarlo. El presidente dijo que no
compartía las razones de su renuncia, y era imposible que coincidiera. Como esboza
Martínez, la política hacendaria tiene un corte neoliberal salvaje, que tanto
denuncia el presidente; es excluyente, contrario a la narrativa oficial, y
afecta más a quienes menos tienen, contrasentido del discurso de López Obrador.
La realidad alterna de la propaganda contra la realidad terrenal, tan víctima
en esta ocasión como lo fue Martínez. Esta renuncia es de alcance mayor, porque
muestra la crisis que se vive dentro del gobierno por la irracionalidad de una
política de austeridad a rajatabla, porque socializa enfrentamientos que sólo
se veían en la prensa política, y porque desnuda las contradicciones de un
régimen que se dice del cambio.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa