Ricardo Alemán.-
Dice el viejo refranero popular: “Más vale tarde que
nunca”.
Y, en efecto, los de hoy son tiempos fundamentales para
rescatar los contrapesos institucionales, políticos y sociales; contrapesos
capaces de hacer frente al poder absoluto, el del presidente López Obrador.
Contrapeso ante declaraciones delirantes como las de Irma
Eréndira Sandoval, la titular de la Función Pública, quien convierte al
presidente mexicano en el monarca “del reino de México”; versión tropical y
locuaz de Luis Luis XIV, el Rey Sol, célebre por considerar que “el Estado soy
yo”.
Contrapeso a decisiones profundamente autoritarias que
amenazan con la militarización de la vida nacional y que desprenden el tufo de
que se intenta perpetuar el poder hasta niveles dictatoriales.
Contrapeso a las frecuentes violaciones constitucionales,
como las “consultas gansito” –en este caso para continuar con la termoeléctrica
de Morelos–, que no resisten el más elemental rigor constitucional y que
ofenden la cultura de legalidad en una democracia.
Contrapeso al grosero intento de revivir al partido
paraestatal de la ultraderecha –Encuentro Social–, aliado de AMLO y Patiño de
la consulta ilegal en Morelos.
Contrapeso al “fusilamiento mañanero” que de lunes a
viernes dispara el presidente Obrador contra críticos, opositores y todo aquel
que comete “el pecado capital” de contradecir los deseos de “Luis XIV de
Macuspana”.
Contrapeso ante omisiones ofensivas como la nula investigación
de la tragedia que les costó la vida a una gobernadora y a un senador; que mató
a 132 personas en un estallido en Hidalgo y la carente preocupación oficial por
la muerte del luchador social Samir Flores.
Contrapeso al despilfarro grosero por el antaño avión
presidencial –que nos cuesta más de 500 millones de pesos anuales y que está
convertido en chatarra–, mientras que el gasto por la movilidad del presidente
y de sus guaruras en líneas comerciales significa un doble saqueo al dinero
público.
Contrapeso al “gasolinazo” que significó la locuaz lucha
contra el “huachicoleo” y que no ha producido un solo detenido de carne y
hueso, más allá de la demagogia mañanera. ¿Ya olvidaron que Obrador prometió
que bajaría el precio de la gasolina? La realidad es un mayor precio.
Contrapeso al “Fobaproa” que significó la cancelación del
NAIM, que costará a todos los ciudadanos una deuda de 150 mil millones de
dólares que todos pagaremos con nuestros impuestos.
Contrapeso a la tragedia de convertir al país en un nuevo
cementerio, con 200 por ciento más de muertes violentas que en el gobierno de
Calderón –en los primeros 90 días de Obrador–, y 100 por ciento más de crímenes
que en la gestión de Peña Nieto.
Y contrapeso al crimen ecológico que significa la
caprichosa construcción del Tren Maya; una ocurrencia que costará miles de
millones de pesos, que acabará con la Selva Lacandona y que, según expertos del
tema turístico, será poco rentable sin toda una infraestructura para hospedar
turistas y brindar atención a todas sus necesidades.
Y, en efecto, no hay duda que hoy los contrapesos son
piedra angular para rescatar la democracia mexicana y para alejar el riesgo de
“una dictadura bananera” en México, como las de Venezuela o Cuba.
Sin embargo, se requiere mucho más que tibios intentos y
abiertas simulaciones como la que vimos recientemente en un grupo de políticos
y críticos que se asumieron como el dique a los excesos presidenciales y como
el contrapeso ciudadano.
Es un tibio intento, y en muchos casos una grosera
simulación, porque no pocos de los promotores del grupo plural de contrapeso se
han caracterizado por su abierto oportunismo, porque en su momento guardaron
silencio y cerraron los ojos ante la tragedia que se avecinaba con la victoria
de López Obrador.
Muchos de ellos empujaron las “descocadas” alianzas entre
el PRD y el PAN, se beneficiaron de las victorias de Morena y del nuevo
gobierno de AMLO y hoy regresan con el cuento de los contrapesos, cuando lo que
buscan es negociar con el nuevo gobierno en mejores condiciones; en condiciones
de fuerza.
Sí, son urgentes los contrapesos, pero no la simulación y
menos el engaño a los ciudadanos. Algunos de los “abajofirmantes” son
verdaderos charlatanes que ensucian la iniciativa de otros que –por su
respetabilidad y congruencia–, buscan un real contrapeso al gobierno legítimo
de AMLO; gobierno que, sin embargo, es el más ilegal de la historia.
Por eso debemos rechazar los contrapesos que no pesan y
que son más de lo mismo.
Al tiempo.