Raymundo Rivapalacio.-
El sexenio arrancó como se esperaba, pintado de rojo. La
violencia no se detuvo a partir del sábado, donde le dieron la bienvenida a
Andrés Manuel López Obrador en Guadalajara como presidente. Mientras reconocía
en San Lázaro a los enviados del presidente Donald Trump a su toma de posesión,
dos artefactos explosivos fueron lanzados contra el consulado de Estados Unidos
en esa capital, y hubo asesinatos de civiles y policías, además de la ejecución
del primer periodista de su sexenio. Cincuenta crímenes entre el sábado y el
domingo, más decenas el lunes y martes. Pero no hay que equivocarse. La
violencia no iba a detenerse sólo por un cambio de gobierno. Una estrategia
bien llevada tardará más de tres años en empezar a dar resultados, siempre y
cuando sea eficaz. Hasta ahora, no ha sido posible echarla andar en estos
primeros días de nueva administración.
Hay factores objetivos, como la implementación de la ley
que crea la Secretaría de Seguridad Ciudadana, a la que se agregaron funciones
de la Secretaría de Gobernación, que requiere de modificaciones
constitucionales para que, como lo establece el plan del gobierno, se cree una
Guardia Nacional al mando de militares, a los que los policías y ministerios
públicos tendrán que subordinarse. Hay subjetivos, como los cambios de último
momento que le impusieron al secretario de Seguridad Alfonso Durazo. El más importante
fue el de Alejandro Gertz Manero, quien el miércoles estaba en la víspera de
ser anunciado como subsecretario de Seguridad y comisionado de la Policía
Federal, y que terminó en la fase de arranque del sexenio como procurador
interino.
FOTO: INTERNET |
Lo más complejo, sin embargo, es la Guardia Nacional, al
carecer de una ley para que empiece a funcionar. La Guardia Nacional está
operando de facto con un despliegue tímido y limitado, con tres brigadas de
infantería de la Policía Militar. La Primera Brigada se desplazó a seis
municipios mexiquenses: Atizapán, Chalco, Chimalhuacán, Metepec, Naucalpan y
Tehuacán. La Segunda está concentrada en otros siete municipios de esa entidad:
Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli, Ecatepec, Nicolás Romero, Texcoco, Tenancingo y
Zumpango. La Tercera se encuentra en otros seis: Ixtapaluca, Jilotepec, La Paz,
San Felipe del Progreso, Tlalnepantla y Zinacatepec. En total hay mil 235
soldados desplegados en la entidad, que no es la más violenta, pero que por la
cercanía con la Ciudad de México, donde se concentra el poder económico, el
político y los medios de comunicación nacionales, su impacto se multiplica.
Esa semilla de la policía nacional que está dispuesto a
crear el presidente López Obrador, está coja por cuanto a su arquitectura institucional,
y se suma al despliegue de soldados y marinos que no dejaron de patrullar las
calles y combatir a la delincuencia al cambio de gobierno. Una reforma
constitucional que le dé todas las atribuciones que desea, no va a ser fácil de
lograr, luego de que la Suprema Corte de Justicia invalidó a mediados de
noviembre la Ley de Seguridad Interior, al declararla inconstitucional. La Ley,
que fue firmada por el ex presidente Enrique Peña Nieto casi un año antes, pero
que no la aplicó hasta esperar el fallo de la Corte, se aprobó en las cámaras
para regular la actuación del Ejército y la Marina en las funciones de
seguridad pública.
Desde que era precandidato presidencial, López Obrador y
Morena, su partido, se opusieron a esa ley. Sin embargo, tras la elección
presidencial, López Obrador rectificó su posición. La explicación del
presidente para ese giro radical es que no existe ni la capacidad ni la
confianza en las policías federal, estatal y municipal, para hacer esas tareas.
El retiro de las Fuerzas Armadas de esa responsabilidad, vendrá después. Pero
el presidente se encuentra en una encrucijada de la cual puede rápidamente
salir. ¿Por qué insistir en crear la Guardia Nacional dentro de la Secretaría
de la Defensa Nacional? ¿Por qué no convierte soldados en policías?
El antecedente se encuentra en 1999, cuando el presidente
Ernesto Zedillo creó la Policía Federal Preventiva, dependiente de la
Secretaría de Gobernación. Zedillo trasladó toda la Tercera Brigada de la
Policía Militar de la Zona Militar 37 en San Miguel de los Jagüeyes, en el
estado de México, al ámbito civil, y más de cinco mil elementos quedaron bajo
el mando de Genaro García Luna, quien salió del CISEN con la encomienda de
formarla. Se le sumaron la Policía Federal de Caminos y la Policía Fiscal, y
pasaron a ser parte de la Secretaría de Seguridad Pública, creada por el
presidente Vicente Fox.
No se puede convertir a civiles en militares, como
pretende López Obrador, al tener estructuras de mando verticales a las que se
llega mediante un escalafón castrense, bajo una doctrina que rige a la
totalidad de las Fuerzas Armadas. En las policías no existe el escalafón
institucional ni hay una doctrina rectora. La Guardia Nacional que propone el
presidente es en el fondo una Policía Nacional con mando único. La puede tener
rápidamente, sin tener que ir al Congreso o a la Suprema Corte de Justicia ante
la posibilidad de una controversia constitucional, con militares a cargo de
ella.
Lo que necesita es seguir la ruta de Zedillo: que los
militares pasen a retiro en el Ejército y asuman el control de la nueva
institución, con su doctrina, tácticas y entrenamiento, pero dentro del ámbito
civil, desde donde construirían con las policías que sobrevivan el modelo y los
nuevos reclutas, una Guardia Nacional a la medida de lo que necesita el
presidente López Obrador, urgido de enfrentar el fenómeno de la violencia, su
prioridad número uno en este momento.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
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