Carlos Ramírez.-
Entre los mexicanos
deportados por los gobiernos de Clinton, Obama y ahora Trump y la creciente
migración centroamericana que pasa a los EE. UU. o se queda aquí, los gobiernos
mexicanos de Fox, Calderón, Peña Nieto y ahora López Obrador han ignorado que no
se trata de un asunto social sino de seguridad nacional.
Los diez mil
centroamericanos que pudieran estacionarse en la puerta sur de México son
producto de la desidia de la política exterior de Peña Nieto y serán un asunto
de seguridad en las frágiles relaciones de López Obrador con Trump.
Lo más grave ha sido el
hecho de que Trump definió su candidatura presidencial y su victoria en las
urnas justamente en el tema de los migrantes mexicanos ilegales que están sido
deportados sin piedad hacia México. Y a pesar de ello, Peña Nieto y López
Obrador han reducido su estrategia con Trump a soportar agresiones contra
migrantes e insultos desde el twitter presidencial de la Casa Blanca.
Desde el 2006 ha aumentado
el flujo de centroamericanos hacia los EE. UU. pasando por México, sin que las
autoridades mexicanas diseñaran un programa especial. La militarización
estadunidense de su frontera sur fue una decisión extrema de la Casa Blanca,
pero previsible en el discurso racista del presidente Trump, y será una marca
negativa para el gobierno entrante de López Obrador.
Los migrantes
centroamericanos en estos años han sido extorsionados por policías mexicanos al
cruzar el Suchiate, asesinados y atacados por los cárteles del crimen
organizado y arrestados sin piedad por los policías estadunidenses. El gobierno
mexicano ha reducido su política a intentar sin lograrlo atenuar las penurias y
ha creado zonas sin control de aglomeración de migrantes en ciudades de la
frontera.
La salida de corto plazo en
proceso de negociación de funcionarios de Trump con funcionarios de Peña Nieto
y López Obrador se ha reducido a convertir a México en zona de refugio con
fondos estadunidenses, bajo el pretexto de que en los EE. UU. tendrían que
estudiar caso por caso, aunque como forma más de alargar la negativa que en
realidad abrirse al asilo humanitario. En este modelo, México sería, con mayor
razón, el patio trasero de los EE. UU.
Sin enfoques estratégicos,
los funcionarios mexicanos permitieron que el problema migratorio de los EE.
UU. con México y Centroamérica se colara en el proceso electoral legislativo
estadunidense del próximo martes 6 de noviembre para beneficio de los
republicanos anti migrantes que de los demócratas que quieren puertas abiertas
para el cruce indiscriminado de migrantes. Si en más o menos veinte años
ingresaron de manera ilegal a los EE. UU. más de once millones migrantes, las
estimaciones de ingreso migrante sin control fronterizo sería muchísimo mayor.
México ha quedado en medio
del conflicto: de un lado, el gobierno de Trump exige detener a toda costa a
los migrantes en la frontera de Guatemala; de otro lado, la política migratoria
mexicana de puertas abiertas en la frontera sur se estancó el argumento de que
los centroamericanos tienen a los EE. UU. como destino final. Si México los
deja pasar o se los prohíbe, el costo social, político y diplomático será
enorme.
El esquema de campo de
refugiados que quiere Trump carece de viabilidad por la falta de personal
capacitado; la idea de López Obrador darles empleo choca con las cifras de la
realidad: 15% de desempleo real con subempleo de sobrevivencia, 57% de la
fuerza laboral en el sector informal, PIB de 2% promedio anual y 80% de
mexicanos con una a cinco carencias sociales. Si México no puede darle
bienestar a su población, menos podría atender a una población estimada de cien
mil refugiados centroamericanos y caribeños.
Esta desidia e incapacidad
para atender la crisis de migración centroamericana le dará bonos electorales a
Trump. Sin embargo, parece que los responsables de la política exterior de Peña
Nieto y López Obrador prefieren que Trump capitalice la crisis con el
endurecimiento del discurso que encontrar una salida a un problema que carece
de puertas de emergencia para resolverlo.
Pero si se pudiera contener
el problema en las semanas electorales de Trump, al final la crisis seguiría
creciendo por la acumulación de migrantes en la frontera sur de México. La
salida que contempla el equipo de López Obrador sería abrir el ingreso a una
población hasta de veinte mil centroamericanos y lidiar con ellos, a reprimir a
quienes crucen a la fuerza. Y Trump quedaría tranquilo…. y agradecido.
Política para dummies: La
política es el olfato del poder para prever hechos y adelantarse a ellos.
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