Pablo Hiriart.-
La descentralización de las secretarías de Estado no es para
dar más eficacia a la administración pública, ni para “descentralizar” al
gobierno, sino para otorgarle mayor poder al presidente.
Y traerá, de inmediato, problemas sociales en los estados y
desempleo ilustrado.
Se propone el próximo presidente eliminar el 70 por ciento
de los empleados de confianza en el gobierno.
Sí, el 70 por ciento. Eso quiere decir que 194 mil 805
funcionarios públicos se van a ir a la calle.
Hay un total de 278 mil 293 servidores públicos considerados
de confianza. El 70 por ciento son 194 mil 805.
Tales porcentajes no son números en abstracto, sino
personas, con familia que mantener.
Y son los que tienen el conocimiento de cómo funciona el
gobierno. No son borrachos, aprovechados que viven entre lujos, como se les ha
estigmatizado en estos días, sino los que llevan las riendas de las
secretarías.
Es cierto que hay muchas subsecretarías y es preciso
reducirlas. Pero echar a la calle, de golpe o gradualmente, a 195 mil empleados
calificados, va a generar un problema social.
Por ejemplo, comentaba en un programa de televisión Jorge
Fernández, todos los policías federales son de confianza. ¿Para afuera el 70 por
ciento?
Vamos al meollo político.
¿En qué ayuda, por ejemplo, que la secretaría de Agricultura
se vaya a Sonora? ¿La de Trabajo a Guanajuato? ¿La de Educación Pública a
Puebla?
No le sirve ni a los estados ni a los empleados que se van a
trasladar.
Le sirve, y mucho, a la concentración del poder
presidencial.
Sí, la mayoría de los votantes (poco más de un tercio del
padrón) votó por un cambio profundo, pero este cambio tiende a aglutinar el
poder en un solo hombre y a nulificar a los gobiernos estatales.
En Puebla, por ejemplo, tendrán un secretario de Estado poderoso
en la entidad. El de Educación.
Y además Puebla va a tener a un Coordinador Estatal de
Programas de Desarrollo, nombrado por el presidente, que va a concentrar los
poderes y funciones de todas las secretarías de la federación en esa entidad.
¿Qué papel va a jugar el gobernador de Puebla, con una
secretaría federal en su entidad, y un Coordinador que será representante del
presidente y adversario político suyo, encargado de coordinar los programas de
desarrollo?
Adiós al poder de los gobernadores en sus estados, pues éste
va a pasar a manos del presidente a través del Coordinador impuesto por él y
por un secretario de Estado, con todo y personal, despachando en su entidad.
Es cierto que a raíz de las malas experiencias con
gobernadores recientes que abusaron de su encargo y saquearon las finanzas
públicas, el federalismo ha perdido su encanto.
Pero concentrar todo el poder en una sola persona, el
presidente de la República, es un riesgo para la democracia y la pluralidad.
¿No importa? Díganlo. Y será realidad lo que hemos venido
diciendo sobre ese proyecto, desde hace años, en este y otros espacios.
Además está el factor humano, que no han tomado en
consideración los que se dicen muy de izquierdas y actúan como insensibles
neoliberales.
¿Les van a decir a cientos de miles de personas (en la
administración pública hay un total de un millón 254 mil 491 personas. Repito:
personas), que se tienen que ir a vivir a Chetumal, a Querétaro o a San Luis
Potosí?
En los gobiernos dictatoriales es fácil, pero en una
democracia no.
Una señora que trabaja en Agricultura le tendrá que decir a
su marido que renuncie a su empleo para que se vayan con todo y niños a vivir a
Ciudad Obregón:
¿Allá los va a recibir con los brazos abiertos (a miles), o
volverá la frase de “haga patria, mate un chilango?
Ningún problema van a solucionar y sí van a crear muchos.
¿Para qué, entonces, si no va a ser más eficaz la Secretaría
de Medio Ambiente o la de Economía por trasladarse a un estado, realizan esos
movimientos?
Todo es para concentrar más poder en la federación. En el
titular del Ejecutivo federal, pues.
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