Raymundo Rivapalacio.-
La nueva realidad política mexicana está dibujando los años
que se vienen con la Cuarta Transformación de la República prometida por el
virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, donde el viejo régimen
que quiere demoler convive con el nuevo régimen que desea construir.
Parafraseando a Alexis de Tocqueville en “La Democracia en América”, habrá una
sociedad que quiera nacer y una que se niegue a morir. La paradoja mexicana es
que no es la sociedad la que lleva la iniciativa, sino López Obrador, un
luchador social de toda su vida que no ha cambiado nada, salvo, lo que no es
nada menor, su estatus: de jefe de la izquierda social, a próximo presidente de
México. El campo de esta primera batalla, lo estamos viendo, el de las percepciones.
Este martes, el consejero presidente del Instituto Nacional
Electoral, Lorenzo Córdova, no aguantó la presión pública alimentada por López
Obrador. Frente a la acusación de que la multa contra Morena por opacidad e
irregularidades en el fideicomiso que creó para ayudar a los damnificados de
los sismos del año pasado era una “vil venganza”, hizo un control de daños. En
un mensaje a la opinión pública dijo lo que ya había dicho el INE la semana
pasada, de que la multa no implicaba un financiamiento ilegal de campañas
electorales, ni afectaba el resultado electoral. Pero el hecho en sí mismo fue
un acuse de debilidad.
La multa a Morena no fue animada por ánimo de venganza, pues
el INE no tiene filias ni fobias, dijo Córdova, quien planteó un diálogo con
López Obrador y abrir canales de comunicación fluida. El INE no rectificó la
esencia de la multa, pero el fraseo utilizado por Córdova mostró lo lastimado
que quedaron ante la forma como los leales a López Obrador los apabullaron.
Morena violó la ley al omitir el criterio para que los partidos pudieran ayudar
a los damnificados, que era que la cantidad deseada fuera devuelta a la
Tesorería de la Federación, con la petición de que se destinara a la ayuda de
los damnificados. Todos los partidos lo hicieron salvo Morena, pero la multa
podría ser rechazada por el Tribunal Electoral al no haber sido una
investigación exhaustiva ni determinar si se trató de un financiamiento ilegal
a las campañas, abriendo la puerta para que falle, como dice Morena, que se trató
de un fideicomiso privado.
Los detalles jurídicos aquí sintetizados, salvo en su
conclusión, son irrelevantes en el campo de batalla de las percepciones.
Usualmente, quien usa mejores sofismas gana la discusión de la arena pública,
sobre todo en una como la mexicana, donde la inteligencia emocional es
mayoritaria a la inteligencia racional. En la realidad del México actual se
debe incorporar el elemento más disruptivo en la discusión pública, el
creciente descrédito de las instituciones versus la creciente aprobación y
legitimidad de quien las ha criticado y se ha mantenido aparentemente al margen
de ellas. Desde 2006, recuerda Roy Campos, director de Consulta Mitofsky, las
instituciones han venido a la baja y López Obrador al alza. Tras ganar la elección
presidencial, su credibilidad y apoyo crecieron 10% con respecto a su voto.
Una encuesta de Consulta Mitofsky en febrero sobre la
confianza en las instituciones, mostró una tendencia a la baja de la mayoría.
Sólo tres subieron (universidades, Iglesia y Fuerzas Armadas), cinco se
mantuvieron en la media (CNDH, estaciones de radio, medios de comunicación,
empresarios e INE), y nueve mostraron tendencia a la baja: bancos (5.9 de una
calificación máxima de 10), cadenas de televisión (5.7), Suprema Corte de
Justicia (5.6), Senadores (5), Presidencia (4.9), policía (4.8), diputados
(4.8), sindicatos (4.6) y partidos políticos (4.4). Un informe de la CEPAL
sobre perspectivas económicas para 2018 y confianza en las instituciones,
reflejó la caída de la credibilidad en el gobierno de 43% en 2006, a 28% en
2016.
Al compararse con la creciente credibilidad de López
Obrador, que de 2006 a 2018 pasó de menos 27% de imagen negativa, a más 25% de
imágen positiva, se entiende la vulnerabilidad en la que se encuentran las
instituciones y la forma como están reaccionando. La actitud pública de Córdova
es un botón de muestra del comportamiento que están teniendo los actores
públicos. El videoclip donde varios miembros del Consejo Mexicano de Negocios
buscaron congraciarse con López Obrador a días de la elección presidencial, y
la sumisión de varios medios y comentaristas ante el candidato triunfador,
habla de cómo han preferido doblarse antes que incomodarlo.
Hoy en día, nadie va a vencerlo con ideas y argumentos, pero
la claudicación no contribuye a enriquecer el debate. El silencio cómplice o el
miedo, ayuda a la instauración del autoritarismo, que facilita un poder
absoluto como el que tendrá López Obrador. Hay que discutir posiciones y
confrontar ideas en la arena pública, que luchen contra percepciones
construidas sobre las realidades alternas, sofismas o medias verdades, que se
anidan en las redes y los medios convencionales, para contribuir también a un
mejor gobierno. Dar la batalla en este campo es una obligación de todos, para
que la nueva realidad mexicana no sea deforme ni disfuncional.
Vale la pena recordar el credo de Adolph S. Ochs, escrito en
1896 poco después de adquirir The New York Times: “El objetivo es dar las
noticias… imparcialmente, sin favores ni temores, sin importar partidos, sectas
o intereses, para hacer de sus columnas un foro de consideración de todo
aquello de importancia pública”. No es una mala idea para la era de la Cuarta
Transformación de la República.
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