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FOTO: INTERNET |
Pablo Hiriart.-
La noticia es contundente: la pobreza bajó en México en 3.5
por ciento en el último bienio (2014-2016). Y bajó en todas sus variantes, a la
vez que subió el ingreso real de las personas en 5.25 por ciento.
No es para estar satisfechos ni triunfalistas ni echar las
campanas al vuelo. Pero tampoco es para cambiar de modelo hacia el populismo.
Bajar la pobreza es una labor titánica, que cuesta muchos
años, y los números del Coneval nos muestran que vamos por el camino correcto.
El populismo propone cambiar el modelo de desarrollo a
partir de 2018 y se equivoca. Ahí están los hechos.
La población en condiciones de pobreza extrema en 2016 fue
de 7.6 por ciento, mientras que la de 2014 fue de 9.5 por ciento. En 2010 era
de 11.3 por ciento.
Sí, la pobreza extrema se redujo en 18.1 por ciento en el
bienio. Son mexicanos de carne y hueso que ahora comen todos los días y antes
sólo lo hacían de vez en cuando.
En dos años hay tres millones 400 mil mexicanos que salieron
de la condición de carencia alimentaria. ¿Vamos mal?
Todas las variantes de la pobreza, absolutamente todas,
bajaron en México.
Y lo hicieron en un contexto de bajo crecimiento económico y
caída histórica de los precios del petróleo.
La clave estuvo en bajar la inflación, aumentar el empleo, y
la Estrategia Nacional de Inclusión Social impulsada por José Antonio Meade
cuando estuvo al frente de Sedesol.
El informe de Coneval nos dice verdades que no se pueden
tapar con demagogia: la pobreza se redujo en 27 entidades federativas.
Los pocos estados donde aumentó (5) la pobreza, tienen
factores muy identificados: son dependientes del petróleo (actividad que con la
reforma energética se comienza a recuperar), y la CNTE tiene una fuerte
presencia e incidencia en su vida pública.
En la lista de los rezagados destacan Chiapas, donde el 77.1
por ciento de sus habitantes sufre pobreza (aunque bajó su pobreza extrema),
contra el 76.2 de hace dos años. Y Oaxaca vio crecer la pobreza de 66.8 a 70.4
por ciento.
El problema ahí es la Coordinadora y los grupos radicales
que mantienen una lucha a brazo partido contra “el neoliberalismo”, las
empresas privadas y la modernización de la educación.
Ahí existe un estado de derecho débil por la violencia de la
CNTE y grupos radicales que nutren al partido Morena, que impiden que prosperen
programas cruciales para detonar su camino al desarrollo, como es el de Zonas
Económicas Especiales.
Mientras sigan bloqueando el comercio, el turismo,
carreteras, y sus maestros dejen a los alumnos sin clases para irse a una
marcha o a un bloqueo, Chiapas y Oaxaca no van a levantar cabeza.
El populismo y la demagogia de líderes irresponsables son
veneno para mejorar la calidad de vida de la población, y ahí están los
ejemplos y los números.
Queda claro que la inflación es el enemigo. Sólo con baja
inflación mejora la capacidad del salario. La inflación es la aliada del
populismo, que mantiene al pueblo pobre para manipularlo contra enemigos
internos.
Ahora bien, lo que crece en el país es la desigualdad. Es
escalofriante e inaceptable.
Esa desigualdad generada por falta de oportunidades, por
ausencia de piso parejo, tenderá a mejorar con la reforma educativa.
Y tampoco se puede ocultar la falta del componente humano en
la política social. No sólo hay que dar dinero, también hay que dar la mano,
unir a las comunidades en torno a intereses y trabajo en común.
Mientras no retomemos una política social que promueva valores
y cohesione a la población, se seguirán deteriorando los lazos que deberían
unirnos. Y tendremos más fosas con cadáveres, y mexicanos que descuarticen a
otros mexicanos aunque sean de su propio pueblo.
Vamos por buen camino. Hay que mejorarlo. Pero cambiar la
ruta como propone el populismo sería un suicidio para el país.