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Carlos Ramírez.-
HOUSTON, Texas.- Los cambios en cargos importantes en la
Casa Blanca efectivamente son indicio de una crisis en el ejercicio del poder
estadunidense, pero responden a parte de la disputa por el control del Estado.
Las posiciones son más extremas de lo que parece: se trata
del choque entre una alianza extraña de conservadores y liberales del
establishment tradicional del Estado compartido contra los reaccionarios y
puritanos del anti Estado. Por eso en la votación contra el Obamacare se vio
una mancomunidad de republicanos del aparato de poder con los demócratas.
La candidatura de Trump llegó a romper con las viejas
asociaciones entre republicanos y liberales. El voto que llevó a Trump a la
Casa Blanca no vino del republicano tradicional, sino de los estadunidenses de
condado hartos del poder autónomo de la burocracia. Ese estadunidense medio y
bajo es anti sistema, anti Estado y anti establishment y quiere que el gobierno
trabaje para ellos y no para el mundo.
La convivencia liberales-conservadores después de la primera
guerra mundial permitió el funcionamiento de un péndulo controlado por
intereses de la burocracia del Estado --los funcionarios-- y la burocracia del
poder --los políticos--; el conservadurismo estadunidense se definió en función
de la geopolítica imperial: uso de la fuerza para defender el modo de vida
estadunidense: el capitalismo explotador de recursos extranjeros; el demócrata
Kennedy, por ejemplo, inició la guerra en Vietnam y luego quiso aplastar a la
Cuba revolucionaria, porque el comunismo afectaba la zona de confort
estadunidense.
Los presidentes conservadores salieron del establishment:
Reagan, Bush Sr., Bush Jr. y por tanto sus actividades fueron contra amenazas
externas. Desde 1950 en Corea la ideología y consenso estadunidense se ha
definido por el comunismo y ahora el islamismo donde coinciden demócratas y
republicanos.
Trump llegó a la Casa Blanca con el voto anti establishment
y se encontró con una estructura de poder que le ha querido imponer sus
intereses. Ahí es donde se localiza la guerra burocrática: Trump y su
superasesor Steve Bannon contra lo que llaman el Estado profundo o el Estado
Beltway --zona ésta donde se localizan las principales oficinas de la
burocracia del poder--. Esta burocracia ha dominado a los presidentes; sin
formación geopolítica ni conocimientos de seguridad nacional, Trump sabe que su
supervivencia y su reelección dependen del control que pueda tener sobre el
Estado burocrático.
La guerra por el poder en la Casa Blanca ha llevado a Trump
a sobresaltos en su administración de apenas seis meses y a relevos bruscos en
posiciones burocráticas; el cesado secretario ejecutivo de la Casa Blanca y ex
presidente del Partido Republicano, Reince Priebus no quiso operar a favor del
interés de Trump contra el Obamacare. El nuevo jefe operativo de la
presidencia, John Kelly, es un general estratega con fuerte capacidad para
perseguir disidentes burocráticos.
El fondo de la superficie de los sobresaltos en la Casa
Blanca --que la crítica no quiere entender o que la entiende y la oculta-- no
se localiza en la locura del presidente, sino en su meta de empresarizar al
Estado, a la presidencia y a la burocracia que quiere imponer sus criterios
Trump sin haber pasado por elecciones. La contrarrevolución reaccionaria,
racista y puritana de Trump, basada en los valores puritanos de los fundadores
del imperio, busca revertir la revolución liberal de los sesenta. El saldo de
esta guerra ideológica definirá el 2020 estadunidense.
Política para dummies: La política es el entrenamiento para ver el fondo de las crisis, no la superficie.
Sólo para sus ojos:
- Ante la falta de información filtrada, no queda más que la apuesta en decisiones políticas. Y tiene más seguidores los que creen que el Tribunal Federal Electoral no anulará las elecciones en Coahuila, pero no por intereses sino porque el INE hizo trampas en el sobre giro y también porque bajó el porcentaje para que los priístas consiguieran sacar gastos. Ah, y también porque Ricardo Anaya se desesperó y se salió de acuerdos con el gobierno peñista en su desesperada búsqueda por capitalizar su candidatura.
- Lo cierto es que este INE, este Tribunal Electoral y estos dirigentes políticos partidistas están fijados para la componenda, no para la democracia ni la aplicación de la ley.
- Tláhuac abrió la caja de las sorpresas: el crimen organizado en tráfico de drogas, ambulantes, piratería, prostitución y extorsiones está en toda la estructura media y baja del gobierno capitalino.
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