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Matar: última fase del populismo

Rubén Cortés.-


Al populismo (como al fascismo y al socialismo real) le resulta imposible sostenerse sin reprimir: su última herramienta después de eliminar las libertades políticas, de prensa, movimiento, expresión y empresa.

Ayer, en respuesta a otra manifestación, el dictador populista de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenó al Ejército y a sus “colectivos revolucionarios” (los de Hitler eran “camisas pardas”, los de Mussolini “camisas negras”…) disparar contra la población.

Un joven murió por un tiro en la cabeza: Carlos José Moreno cumplía 18 años el sábado y fue abatido por un francotirador. Una mujer de 23 años fue asesinada por civiles en motos, que le dispararon también en la cabeza.

Maduro comete el mayor de una cadena de grandes errores de su gobierno: asesinar a su gente. En marchas anteriores se habían registrado cuatro crímenes. Puede ser el inicio de su caída, porque las dictaduras que fracasan son las que matan.

El éxito de la madre de todas las dictaduras latinoamericanas, la castrista, ha sido establecer su poder desde 1959 con base en controles de la policía política y la inteligencia militar, que amedrentan a la población, sin necesidad de asesinar.

Pero el discurso oficial del populismo venezolano (“la oposición es un pequeño grupo pagado por el imperialismo”) ha calado tanto en Maduro que ayer prometió en un discurso que ganará en paz y con votos a sus adversarios, mientras mandaba a matar a manifestantes.

Es tal el embrutecimiento de Maduro que es incapaz de imaginar que ya no puede salir a la calle: la semana pasada asistió a un acto público y sufrió una lluvia de huevos y piedras. Ese embrutecimiento lo está haciendo asesinar, y también le impide advertir lo cerca que está Venezuela de una guerra civil.

Los mexicanos hemos podido observar, en los últimos 18 años, la evolución completa del populismo en el poder, en un país cercano geográficamente como Venezuela; mientras que aquí ha ido ganando terreno, pero desde la oposición:

—Su triunfo electoral se da polarizando a la población y con propuestas imposibles de cumplir, pero que conectan fácilmente con la gente.

—Dilapidando la riqueza nacional en dádivas, expropiando empresas y cerrando periódicos, estaciones de radio y canales de TV.

—Modificando la Constitución para permitir la reelección de por vida, prohibiendo la propiedad privada.

—Gobernando desde un balcón de Palacio Nacional: el caudillo proponiendo desde arriba y sus seguidores aprobando desde abajo a mano alzada.

—Polarizando: si viajas en Metro y tus hijos van a escuelas públicas, eres un “explotado” que debe aplastar a quien tiene coche o hijos en escuelas privadas, porque es “burgués”.

El final de todo eso, para Venezuela, es lo que sufre hoy.

El principio de todo esto, para México, puede empezar en 2018.


Twitter: @ruben_cortes