Josè Cárdenas
El 88º aniversario del PRI reveló que el partido en el poder
vive el momento más difícil de su historia; que sufre los síntomas de un mal
que podría provocarle una muerte lenta, pero segura.
Se vislumbra muy difícil que el “tricolor” pueda mantener la
Presidencia de la República; en pocas palabras, que va de salida, porque ya no
puede cargar casi nueve décadas de vicios, corrupción, impunidad y falta de
compromiso, para estar a la altura del “Mexican Moment” que demanda la
ciudadanía.
Si bien la credibilidad de todos los partidos está abajo, la
del PRI cae en la ruina a causa de gobernantes que regresaron al poder, tras la
docena trágica del PAN, para demostrar que se habían superado, sí, pero en el
abuso criminal de recursos públicos, pillerías, saqueos y sinvergüenzadas, que
han hecho del privilegio de mandar fuente brotante de enriquecimiento
patrimonial, dispendio y tráfico de influencias.
Enrique Ochoa Reza, líder priista de membrete, intenta salir
al quite; dice que su partido está en contra de los malos funcionarios que han
refundido al partido en el infierno; presume la expulsión de los ex
gobernadores Duarte, de Veracruz, y Borge de Quintana Roo, y demanda a la
autoridad atraparlos e imponerles castigo ejemplar. Borge, Duarte, y no pocos
más, son el peor pasivo que tiene el PRI, en este momento.
¿Entonces Ochoa Reza que pretende con su discurso?
El encargado del PRI disimula; sabe que pretender deslindar
al partido de militantes tramposos es insuficiente. ¿A estas alturas, a quién
le importa un severo castigo partidista a tan deleznables bisnietos de la
Revolución, cuando el pueblo reclama que los ladrones primero devuelvan lo
robado y al mismo tiempo se pudran en la cárcel?
¿Acaso el sistema no se atreve a tocarlos porque Duarte y
Borge, entre otros, se pusieron con su “cuerno” para financiar la campaña
presidencial de Enrique Peña Nieto?
Si el presidente se atreviera a aplicar la ley a secas,
podría salvar la credibilidad perdida y el nivel más bajo de aprobación jamás
registrado. Podría emplearse a fondo, en lo que le queda de tiempo, para
combatir la corrupción con resultados. Esa sería su mejor apuesta para borrar
la idea de que el inquilino de Los Pinos ha solapado niveles de corrupción que
aún en México resultan escandalosos.
No olvidemos que los ciudadanos van a evaluar al PRI en las
urnas, dependiendo del desempeño del gobierno encabezado de Peña Nieto.
Mientras esto no suceda, todo lo que diga Ochoa Reza sonará hueco, a que se
hace guaje. Por ejemplo, al descalificar a López Obrador, dueño de Morena,
Ochoa alega que no puede ser presidente porque es caballo viejo y cansado, o a
Ricardo Anaya, el líder del PAN, que no tiene tamaño para buscar la Silla del
Águila. ¿Ambos, son perversos que usan a sus partidos para saciar la sed de
poder?
Detrás del discurso del presidente del partido tricolor, lo
mismo que del mensaje de Peña Nieto a sus correligionarios, está la urgencia de
unir fuerzas para hacer la última llamada a la base priista dura… cada vez
menos dura.
EL MONJE REBELDE: En el PRD, Los Chuchos y La Barrales
finalmente impusieron la ley del más fuerte; despojaron a Miguel Barbosa de la
coordinación amarilla en el Senado… el poblano ya no podrá decir que le pelaron
los dientes, ni que les levantará el vestido para que se les vean los calzones;
lo echaron sin juicio previo, a pesar de que contaba con el apoyo de 15 de los
19 legisladores perredistas. ¿El Partido de la Revolución Democrática dejó de
ser democrático? ¿La Barrales y Los Chuchos saben que les espera otra rebelión
en la granja?