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¡Cuidado con las obras, Alejandro, son votos!

DETRÁS DE LA NOTICIA
Alfredo Martínez de Aguilar




La improvisación, ineptitud y corrupción, arrebataron de las manos el poder a Gabino Cué y su mafia de rateros. Uno de los factores poco observados hasta ahora que, a querer o no, incidieron en su derrota es la falta de obras y la pésima calidad de las pocas obras construidas.
Ahí está el puente elevado del tristemente célebre Distribuidor Vial de Cinco Señores. Es el ejemplo más claro, concreto y escandaloso por próximo. Pero también están a la vista de todos los oaxaqueños el Puente del Cerro de El Fortín y el estacionamiento del mismo.
A las fallas técnicas, grandes o pequeñas del puente elevado del Distribuidor Vial de Cinco Señores, fisuras que no ponen en riesgo la seguridad, afirma el titular de Sinfra, Fabián Herrera, hay que sumar el aumento de 126 a 213 millones de pesos, con un sobreprecio de 113 millones.
A ellos hay que agregar la fallida construcción del propio controvertido Centro de Convenciones. Éste último, sobre todo, fue motivo de escándalo nacional e internacional. Se suspendió, gracias a la lucha encabezada por el maestro Francisco Toledo y los vecinos.
La gran sabiduría del viejo sistema político mexicano, representado por el PRI hegemónico, obligaba a sus gobernantes, políticos y funcionarios a ser muy escrupuloso en garantizar la calidad de las especificaciones técnicas y del material utilizado en las obras públicas.
Hoy, más que nunca, la explicación simple y sencilla, sigue siendo muy vigente: las obras públicas garantizan rentabilidad político-electoral, es decir, son votos. Y éstos permiten llegar al poder, mantenerse en éste, acrecentarlo y consolidarlo plenamente de manera permanente.
La sabiduría de ilustres oaxaqueños, como Benito Juárez y Porfirio Díaz, hermanos mayores de los oaxaqueños, dieron luces a la posteridad sobre qué hacer en materia de obras públicas, pero lo más importante cómo hacerlo. Atendiendo ante todo las necesidades reales del pueblo.
Claro, la historia, madre y maestra, enseña que Juárez y Díaz tenían visión y sensibilidad de estadistas. No pensaban solo en las próximas elecciones, trabajaban con denuedo para ganar los votos de las próximas elecciones con trabajo y honestidad intelectual y material.
Cuando un presidente municipal de Oaxaca buscó a Porfirio Díaz en Palacio Nacional para pedir dinero para poder trabajar, porque su antecesor se llevó todo y dejó vacías las arcas, como ocurre ahora más que nunca, el presidente dijo: ¡Compadre, no te preocupes, has obras!
Los dos eran humanamente honestos. Tampoco eran santos. Los santos están en el Cielo y en los templos. Por supuesto que disfrutaron de los placeres que trae consigo el poder, pero no amasaron enormes fortunas como los gobernantes de ahora, menos saquearon a la nación.
Estas enseñanzas de la historia, madre y maestra del hombre, deben ser lecciones de vida cotidiana para el gobernador Alejandro Murat y, sobre todo, de sus amigos y colaboradores más cercanos. No deben olvidar que son equipo de trabajo en el gabinete legal y ampliado.
La sentencia de Benito Juárez, legada a la posteridad, a los servidores públicos, en su discurso como gobernador del estado de Oaxaca, ante la X Legislatura, al abrir el primer periodo de sus sesiones ordinarias, el 2 de julio de 1852,va más allá de la simple retórica:
“Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley haya señalado”.
A pesar de su gigantesca grandeza, cómo dudarlo, alejada del menor asomo de mediocridad, con inteligencia, humildad y sencillez, Benito Juárez vivió y exigió a sus amigos y colaboradores vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley haya señalado. En el segundo mandato constitucional de Benito Juárez, luego de ganar en las elecciones, el 16 de enero de 1868, se reinstala en la presidencia con una reunión de todo su gabinete. Juárez reiteraba a menudo que eran los tiempos de la paz y la concordia para México.
En este segundo periodo presidencial hay dos grandes lecciones de vida republicana que el Alejandro Murat debe tener siempre presente y enarbolarlas como bandera de su administración
para dejar huella en la historia: impulsar la educación de calidad y la producción alimentaria.
Juárez planeaba educar e industrializar al país. También pretendía expandir la educación pública en todo el país con la construcción de cientos de escuelas. Es un crimen de lesa humanidad que más de un millón de oaxaqueños sigan siendo analfabetas hundidos en la pobreza extrema.
Para detonar el rescate, crecimiento y desarrollo económico y social de Oaxaca tras su colapso, Alejandro Murat debe impulsar como nunca miles de grandes, pequeñas y medianas obras de infraestructura, con la participación de inversionistas nacionales y extranjeros, apegada a la Ley.
En coordinación con el gobierno de Enrique Peña Nieto debe dar todas las facilidades en el marco de la Ley a los inversionistas nacionales y globales, garantizando la recuperación de sus inversiones, mediante el aprovechamiento racional de los recursos de Oaxaca.
Para evitar la construcción de obras fraudulentas como las realizadas por el gobierno fallido de Gabino Cué, Murat debe aplicar la estricta política de seguimiento, control y evaluación en materia de obras públicas aplicada en el Distrito Federal por el regente Ernesto P. Uruchurtu.
Antes de inaugurar una obra por más pequeña se sea, es indispensable y obligado que el gobernador exija que frente a él “calen” la construcción para comprobar que se respetaron las especificaciones técnicas y la calidad del material utilizado, en caso contrario, que se demuela.
Como es lógico y natural ello pondrá a prueba la lealtad y honestidad intelectual y material de los responsables de las áreas involucradas en la construcción de obras públicas. Asimismo destruir dos o tres obras mal hechas será la mejor forma de leer la cartilla a los corruptos.

alfredo_daguilar@hotmail.com
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