Cuando la PRISA se convierte en problema

Robert Louis Stevenson dice “tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único importante: vivir”. La prisa logra parecer buena en la personalidad de alguien, sin embargo existen experiencias, como la que se narra a continuación, donde se puede percibir que esta puede llevar a un estado crítico a nivel personal.

PRISA
Nunca había pensado que la prisa fuera un problema en mi vida.
Mi manera de hacer las cosas siempre fue queriendo abarcar muchas cosas en el día, tanto en el trabajo, en la familia, en la escuela, etc.
Desde corta edad, al ver que había muchas necesidades en el hogar, trabajaba aseando casas y haciendo comida. Tenía deseos de superarme, por eso no dejé de ir a la escuela, pero al sentir que el  tiempo no me alcanzaba, me volvía intolerante con las personas y conmigo misma. En ese afán de abarcar muchas actividades, algunas salían mal. Mis hermanos no eran traviesos, eran muy tranquilos y serviciales para conmigo, trataban de hacer las cosas que les pedía, incluso si eran pedidas de mala manera; pero eso para mí no bastaba, quería que ellos “marcharan a mi ritmo” y como no lo lograba les respondía con gritos, insultos, golpes y hasta les aventaba las cosas,  después de esas malas actitudes con ellos, me sentía muy arrepentida, pero me justificaba diciendo que se lo merecían porque no hacían las cosas como debían.
Me levantaba demasiado temprano y me acostaba muy tarde, sacrificando sueño y descanso necesario para mi organismo. En momentos de mucha ansiedad por esta prisa, no me fijaba donde caminaba o pisaba, en más de una ocasión sufrí fracturas, la primera fue en el peroné y en una segunda ocasión en la tibia. No identificaba que eso era por hacer las cosas con poco cuidado, por la misma exigencia de mis tiempos, a pesar de que la gente me lo decía; había una necedad porque ellos no me entendían, no sabían hacer las cosas como yo.

En mi juventud, terminé y ejercí la carrera de enfermería, no me daba cuenta que con el trabajo y algunas responsabilidades personales sacrificaba mis tiempos de comida y comencé a sufrir colitis nerviosa. Todo quería que se hiciera a un ritmo acelerado, explotaba con algunos estudiantes que practicaban y hacían algo mal, o cuando no portaban algo de su equipo o uniforme; les hablaba con groserías y les infundía miedo.

Por hacer rápido las cosas, también cometí negligencias, las cuales tuvieron muchas consecuencias y terminé por perder el control de mi vida, que pensaba estaba en orden. En la desesperación de solucionar muchos problemas que provoqué y me provoqué, busqué alternativas médicas, de sustancias, de religión, de santería, etc., pero no encontraba la solución. Una de mis hijas me habló de un grupo en el que ayudaban a las personas con problemas como los que yo estaba teniendo y que podían ir a visitarme a mi casa si así lo deseaba.
Los recibí y fue mi primer acercamiento con el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos, me dieron palabras que me alentaron mucho y me contaron de algunos problemas muy severos que habían podido resolver con la ayudad de esta terapia. Comencé a asistir, la paz que comencé a sentir fue algo nuevo para mí. Cuando me restablecí,  inicié actividades  que nunca pensé hacer, pero ya no con sufrimiento, ni aceleres, ni exigencias, ahora fueron con más conciencia de mi realidad, y sin hacer más daño. Continúo con una nueva vida que nunca pensé tener.
Anónima.

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