Pablo Hiriart
Hace mucho daño la perversidad de un sector del gobierno
al convertir una epidemia y una crisis económica en factor de lucha de clases.
Su marxismo elemental nos lleva al choque, al
enfrentamiento, que según esa ideología es el motor de la historia.
La irresponsabilidad con que se manejó la economía en 15
meses de gobierno nos tiene desguarnecidos frente a una crisis de la que ya
culpan “a los ricos”.
El país no aguanta una cuarentena sin saqueos, pillaje y
brotes de revueltas sociales.
Tener la economía parada durante tres, cuatro o cinco
meses, es suicida.
Podría resistir si el gobierno toma medidas urgentes de
apoyo a las medianas y pequeñas empresas para que sigan pagando nómina.
Sin embargo, no quiere. Cree que todos los empresarios
son millonarios y no distingue grandes de medianas empresas.
Un periodo en esas condiciones lo pueden solventar
empresarios de la fortaleza de Carlos Slim, que vende tiempo aire, o Agustín
Coppel, pero el resto no.
El Presidente no sólo ha desechado acciones de
emergencia, sino que en cada intervención subraya el sello clasista que
distorsiona su visión de las cosas e impide las soluciones.
De ninguna manera se diferirán pagos de impuestos, ni se
tomarán medidas de respaldo a los empleadores, ni habrá apoyo a productores, ha
dicho.
¿Entonces, para qué son los 400 mil millones de pesos
que, dice, tiene el gobierno “en caja” como producto de los ahorros en
corrupción?
Seguramente no es verdad, pero sí tiene una línea de
crédito abierta con el Fondo Monetario Internacional que les dejó la
administración pasada, por 65 mil millones de pesos.
Aún quedan 150 mil millones de pesos del FEIP y cientos
de miles de millones de pesos en desarrollo de proyectos petroleros que no
tiene caso implementar ahora que es más caro sacar el petróleo que tenerlo
guardado.
Puede renunciar al tren y a la refinería, que no son
urgentes.
Urgente es sostener parte del ingreso de la población,
evitar el caos y la anarquía, y reactivar la producción y el consumo tan pronto
como sea posible.
Su plan, en cambio, consiste en continuar con lo que
había: programas sociales que ya están incluidos en el presupuesto. Ni modo que
los quite.
¿Y el dinero que dice que hay, más el que realmente hay?
Como gran estrategia anunció ayer que habría créditos a
un millón de changarros, que serán por veinticinco mil pesos, a pagar en tres
años, y que se entregarán cuando haya pasado la crisis.
¿Y mientras, qué?
¿Y las medianas empresas que tienen nóminas por pagar?
Que no se hagan y paguen impuestos con toda puntualidad.
¿Y los trabajadores que se queden sin ingresos, nada?
¿Y los proveedores, vivirán del aire?
¿Y los productores? Bueno, a estos (del campo) se les
quitaron los apoyos que tenían desde administraciones anteriores.
Son incompetentes para gobernar hasta en tiempos de
bonanza, pero tienen un talento indiscutible para el pleito y la confrontación.
Desde el gobierno se desató una embestida clasista, con
el sello del resentimiento social que lo embarga, para culpar a “los ricos” de
ser los causantes del coronavirus y de la crisis.
El secretario de Medio Ambiente, Víctor Toledo, no tiene
empacho en abrirse de capa para acusar a los empresarios de ser “un virus
mortal” para México.
Dijo que “contra ellos será la próxima guerra”, al
referirse a “los 500 corporativos, bancos y magnates que lista la revista
Fortune”. (Uno de ellos, Slim, acaba de donar mil millones de pesos en equipo
médico).
Ante esa declaración fratricida no hubo un cese ni una
amonestación pública de su jefe. No la habrá, porque piensa igual a Toledo.
Uno lo dice y el otro se guarda, pero actúa: canceló el
proyecto de Constellation Brands con el pretexto del agua, y cuando se mostró
que no era el agua, el Presidente cambió su discurso a que “había corrupción”.
Qué facilidad para mentir. Repite que “tomamos la
decisión de bajar el precio de la gasolina”. Acto seguido arremete contra “el amarillismo
de algunos medios de comunicación, (que promueven) la difusión de mentiras para
atemorizar”.
El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, desdeñó la
muerte de personas por coronavirus “pues la mayoría son gente acomodada, ¿sí lo
saben?”.
No se le salió, deliberadamente lo dijo en rueda de
prensa: “Si ustedes son ricos tienen el riesgo (de contagiarse), si ustedes son
pobres no, los pobres estamos inmunes”, dijo el humilde político que compró la
casa del ex presidente Miguel de la Madrid, en Francisco Sosa.
Impúdica es la cargada oficialista contra Gustavo de
Hoyos, presidente de Coparmex, por representar a los malvados: los patrones.
El Presidente mismo salió en la mañanera a decir que ni
en sueños piensen que habría rescate a grandes empresas, sólo para el pueblo.
Fomento del odio de clases y activación del
resentimiento, en lugar de apoyos a las unidades generadoras de empleo –para
que los conserven–, y respaldo a productores y comerciantes.
¿Resultado? Mortandad de empresas, caída brutal del consumo
y desesperación social que derivará en caos y anarquía.