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Como estaba previsto, el debate previo, durante y después la
XXII asamblea del PRI fue un circo mediático; los priístas cambiaron las partes
más sensibles de los estatutos para que las cosas siguieran igual.
Los tres pilares fundamentales del PRI mantuvieron su
vigencia: la facultad metaconstitucional del presidente de la república para
designar por dedazo al candidato presidencial, el programa neoliberal de
gobierno para 2018-2024 se definirá en Los Pinos y el presidente seguirá como
el jefe máximo del partido.
O sea: como antes, como siempre, como desde 1929.
Si se quiere definir el principio fundador del PRI en su
largo ciclo triunfante --1929-1994 en la presidencia y hasta el 2018 como
primera minoría en el Congreso--, no hay otro que la facultad del presidente de
la republica de designar a su sucesor. Por eso el proceso se ha conocido como
sucesión presidencial, o poder heredado desde el poder, como lo definió con
claridad Francisco I. Madero en su libro La sucesión presidencial en 1910.
Desde el arribo al poder de Antonio López de Santa Anna en
1833, la presidencia de la república se ha heredado, hasta 1876 con sobresaltos
por disputas en las élites, de 1876 hasta 1910 por el autodedazo de Porfirio
Díaz y desde 1924 por el presidente en turno como jefe de la facción dominante.
El PRI perdió la presidencia cuando el presidente Zedillo no
pudo poner a su sucesor --Guillermo Ortiz o José Angel Gurría-- y Peña recuperó
la presidencia cuando manejo la gubernatura del Estado de México como una mini
presidencia.
Tan es válido el método sucesorio priísta, que los panistas
perdieron la presidencia cuando Fox y Calderón no pudieron poner a sus
candidatos, hoy el candidato panista saldrá del dedazo del presidente en
funciones del partido y Andrés Manuel López Obrador ha rescatado y magnificado
el modelo del dedo priísta y él como el gran elector.
La lucha de la militancia más activa contra la XXII asamblea
no fue para quitarle el poder sucesorio al presidente de la república sino para
desazolvar el sistema de riego político del partido taponado por el abuso
presidencial en la designación de candidatos plurinominales. El presidente de
la república acaparaba las candidaturas pluris porque no necesitan campañas y
las usaba para colocar a sus alfiles del poder. Las bases tenían que lidiar con
campañas distritales.
El presidente Peña Nieto entendió que no podía quedarse con
todo el pastel y aceptó el esquema antichapulinazo para evitar que un pluri en
una cámara saltara a otra pluri en la otra, aunque siempre estará el poder
presidencial --recursos y apoyos-- a los distritales que sean sus preferidos; y
los pluris de las bases no llegarán tampoco ni tendrán posiciones reales de
poder.
Las mesas de “visión del futuro” y de “programa de acción”
en realidad sirvieron para poca la cosa, porque desde 1988 la élite dominante
del PRI --la del grupo tecnocrático-- tiene que gobernar para conservar el
poder, no para construir una utopía. Desde 1975 en que el presidente Echeverría
aplastó a los grupos pensantes del partido que pedían, con el intelectual Jesús
Reyes Heroles, “primero el programa y después el hombre”, el PRI abandonó tarea
de interpretar el sentimiento de las mayorías y se ha dedicado a imponer el
programa neoliberal salinista.
Así que el PRI de la XXII cambió para seguir igual. Y todos
contentos.
Política para dummies: La política es el arte de celebrar todos los cambios necesarios porque al final todo seguirá igual.
Sólo para sus ojos:
- Al final de los días de circo priísta, el presidente de la república en funciones seguirá palomeando a los candidatos, sean pluris o distritales. Eso sí, los priístas críticos pero disciplinados salieron con la promesa de una candidatura en la bolsa.
- La gran derrotada en la XXII asamblea fue la exgobernadora, exdiputada y exsenadora --todos esos cargos por decisión del dedo repartidor de poder y no de bases reales-- Ivonne Ortega Pacheco, quien fue usada por grupos priístas para que se inmolara en el patio de la inexistente democracia priísta. Ninguno de sus aliados circunstanciales la considera con nivel para ser candidata presidencial. Pero les sirvió para aparecer en medios suponiendo que las bases priistas querían la candidatura presidencial.
- Y lo mejor hubiera sido anunciar una iniciativa para terminar con el modelo de los pluris porque perdió su sentido de apoyar a las minorías y se convirtió en una bolsa de poder para los partidos.
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